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Blogs Terminal Cero por Luis Ayllón

Gato blanco, gato negro

Luis Ayllón el

He tenido la oportunidad de cubrir la gira de Zapatero por China y Japón, como la tuve hace 25 años cuando Felipe González viajó a esos dos países. Las diferencias son notables. Entonces, China comenzaba a caminar tímidamente por la senda de las reformas económicas, de la mano de Deng Xiao Ping, pero uno no se encontraba en las grandes ciudades de Pekín o Shanghai lo que ahora se encuentra. En la primera, lo que predominaban eran las los trajes estilo Mao y un enorme enjambre de  bicicletas, que era preciso ir sorteando para evitar un atropello, mientras para hacerte con un taxi debías rellenar un impreso de solicitud. En la segunda, se apuntaban ya los albores de una pujante ciudad -ahora plagada de enormes rascacielos-, pero que aún tenía el corsé de una economía comunista. Hoy, las dos ciudades son un reflejo de los nuevos vientos que soplan en China, aún a costa de de la creación de grandes desigualdades sociales.

En 1985, Deng Xiao Ping le dijo a González aquello de que “gato blanco, gato negro, poco importa, si caza ratones” y Felipe se pasó todo el viaje repitiendo la sentencia que se ha convertido en la máxima de la nueva China, encaramada ya al segundo puesto en el ranking de las economías mundiales, sin renunciar al régimen de partido único, practicando una especie de «capitalismo comunista».

 

O de «comunismo invertido», como lo definió Zapatero en una charla informal con los periodistas que cubríamos su gira por las mismas capitales, y en la que vino a reconocer que, en sus conversaciones con el primer ministro Wen Jiabao, las cuestiones relacionadas con el respeto de los derechos humanos no ha sido un tema de conversación.

 

En teoría, es la Unión Europea quien se ocupa de ello, pero en este asunto, Zapatero no es el único que mira para otro lado. La mayoría de los gobernantes del mundo pasan de puntillas por él o se “olvidan” de sacarlo en las reuniones, porque hoy China tiene tal pujanza económica que, quien más quien menos, le debe algo. España, por ejemplo, que sea el segundo comprador de su deuda. 

 

Y ante China, como ante Japón, el presidente del Gobierno ha intentado presentarse estos días como un gobernante serio, responsable y decidido a hacer las reformas que necesita el país. El problema es que, en uno y otro sitio, se sabe que Zapatero cometió el error de tardar demasiado en reconocer que España estaba siendo uno de los países que más sufría la crisis y más veía crecer su desempleo. Él fue el principal culpable de que no se tomaran a tiempo las medidas que reclamaban muchos sectores de la sociedad española y que habrían aliviado el deterioro de la economía.

 

Sólo cuando Obama y el primer ministro chino Yiabao le dieron un ultimátum, se decidió a actuar. Por eso, es, cuando menos curioso, su afán por mostrarse como un adalid de las reformas en lugares donde saben distinguir muy bien entre el gato blanco y el gato negro. Ojalá que al menos, aunque tarde, el gato cace algún ratón.

 

China
Luis Ayllón el

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