¿Exiliados o emigrantes?
Es, insisto, una magnífica noticia, pero el sabor es agridulce, porque no les ha quedado otra opción que abandonar su país para ser libres. Las llamadas que recibían del cardenal Jaime Ortega no les dejaba muchas más opciones: Usted ha sido escogido para emigrar a España. Díganos si quiere salir y viajar a ese país. ¿Cuál es la alternativa? ¿Permanecer en la cárcel? ¿Quedar confinando en su provincia, sin posibilidad de moverse? ¿Verse sometido a los periódicos actos de repudio a los acosos del castrismo?
Aunque, al parecer, cinco de los elegidos n o quieren abandonar Cuba, la mayoría ha pensado que es mejor viajar a España. En muchos casos, como primer destino, en otros, con posible salida a otros países, como Francia o Italia.
Se plantea en cualquier caso un problema que se refiere a la condición en la que llega a España estas personas. Aunque en la práctica la operación es un destierro, no llegan aquí con un estatuto de refugiado político, que les daría algún tipo de protección. Llegan con un permiso de residencia, como emigrantes, junto a sus familiares, y tendrán una "protección subsidiaria", según el Gobierno. En cualquier caso, la ayuda económica llegará en los primeros momentos, pero no podrá ser permanente. Y las cosas no están en España tan bien como para encontrar fácilmente una manera de ganarse la vida.
En teoría, la vuelta a Cuba es posible, pero sólo si se cumple un “pequeño” detalle: que los Castro la autoricen. Y no suelen ser muy proclives a readmitir a quienes le llevan la contraria.
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