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Del destierro de Cuba al plante ante Exteriores

Luis Ayllón el

Un ex preso de conciencia cubano, Carlos Martín Gómez, del Partido de los Derechos Humanos, se ha plantado con su familia y sus pertenencias frente a la puerta del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Palacio de Santa Cruz. Lleva allí un par de semanas, protestando porque se le ha expulsado del centro de acogida de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) de Málaga y se le ha retirado la ayuda que recibía del Gobierno español. CEAR le acusa de agresiones al personal del centro, algo que él niega y cree que todo obedece a que ha denunciado las condiciones precarias en las que se vive en esas instalaciones y, fundamentalmente a que hay un complot entre la Seguridad Cubana y la española en contra de él, algo difícil de aceptar.

 

De ese mismo centro ha sido expulsado otro de los ex presos, Néstor Rodríguez Lobaina, fundador del Movimiento cubano Jóvenes por la Democracia, también acusado de una “falta grave”, relacionada, según algunos, con actitudes violentas.

 

Desconozco quién tendrá razón y no quiero inmiscuirme tampoco en ese contencioso, pero dudo que CEAR actué a la ligera por unas simples quejas y, desde luego, nadie puede pretender que una actitud agresiva reiterada quede impune, por muy preso de conciencia que se sea. Del mismo modo, creo que algo se debe hacer para resolver la situación de desamparo en que ha quedado la familia de Martín Gómez, en la que hay algún menor y una persona anciana.

 

Los dos ex presos quieren volver a Cuba, algo que, por ahora no han conseguido, porque el régimen no lo acepta, como era de esperar.

 

Lo cierto es que este tipo de incidentes era previsible. La operación de salida de los presos pudo estar llena de buena voluntad por parte del ex ministro Miguel Ángel Moratinos y de la jerarquía cubana de la Iglesia Católica, pero estaba claro que, con el tiempo, provocaría bastantes problemas.

 

Cada uno de los actores del acuerdo tenía un objetivo diferente. El cardenal Jaime Ortega posiblemente vio la oportunidad de mejorar la situación de los encarcelados por motivos de conciencia; el ministro Moratinos creyó que podría apuntarse un tanto logrando muchas más liberaciones de las que consiguieron los Gobiernos de José María Aznar con su política dura frente a Fidel Castro; y la dictadura castrista consiguió desactivar a un importante número de personas que reclamaban libertades desde dentro de la isla. De paso, Fidel Castro, se quitó de en medio a algunos elementos conflictivos, que tenían poco de presos políticos, según fuentes de la disidencia cubana en España.

 

La realidad es que la estancia en España de más de un centenar de ex presos, junto con sus familias, en sentido bastante amplio, va a provocar al Gobierno bastantes más problemas de los que Moratinos haya podido imaginar. Los cubanos no han venido en el mejor momento económico a España y su inserción en una sociedad en crisis va a resultar muy difícil.

 

Las ayudas económicas no van a durar eternamente y, además, la cuantía en que se conceden es bastante generosa, sobre todo desde el punto de vista de numerosas familias españolas o de trabajadores inmigrantes que malviven con unas cantidades mucho más reducidas. Eso provoca, sin duda, un serio malestar que, en cualquier caso, no debería verterse sobre los cubanos, a quienes se puso entre la espada y la pared de la cárcel o el destierro, sino contra una equivocada y oportunista decisión del Gobierno de Zapatero.

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Luis Ayllón el

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