Conversos a la Alianza de Civilizaciones
Ante este panorama, no era una buena señal abandonar un programa de la ONU, mientras se pretendía estar en su órgano directivo. Así que, pese a las críticas de años anteriores, se decidió mantener el compromiso con la Alianza, eso sí reduciendo al mínimo la aportación económica. Nada de millones de euros, como hasta hace poco. Solamente 300.000 para dos años y haciendo un gran esfuerzo para tratar de contrarrestar la fuerte influencia de Turquía en los países musulmanes, donde realiza grandes inversiones y cuenta con muchos votos seguros.
Para vestir el cambio de criterio, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, se viene esforzando en buscar un sentido a una iniciativa a la que hasta hace poco se acusaba de etérea y poco concreta. García-Margallo ha asistido a las dos últimas reuniones del Foro. La más reciente, en Viena, en la que no ha tenido inconveniente en afirmar que se trata del “programa de Naciones Unidas más importante para la promoción del diálogo y cooperación entre las diversas culturas y religiones”.
El ministro quiere que la Alianza de Civilizaciones se convierta en un instrumento que facilite los procesos de reforma y transición política en los países de la llamada Primavera Árabe, fomentando la tolerancia, las libertades fundamentales, el respeto de los derechos humanos, la consolidación de los valores democráticos y el respeto de las minorías.
En esa línea, el segundo Plan de Acción de la Estrategia Regional para el Mediterráneo ha incluido varios proyectos propuestos por España: la cooperación entre parlamentarios del Mediterráneo; la creación de una base de datos online con las mejores prácticas en relación al diálogo y la democracia; la cooperación entre televisiones públicas del Mediterráneo para emisión e intercambio de programas multiculturales; y el diseño de juegos de Internet para comprender mejor otras culturas.
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