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Venezuela: Otro fracaso de la política exterior de la UE

Venezuela: Otro fracaso de la política exterior de la UE
Luis Ayllón el

Lograr una auténtica política exterior y de seguridad común es, junto a la de dotarse de una defensa común, una de las viejas aspiraciones de la Unión Europea.

Es también una de las cosas más difíciles de conseguir, como se pone de relieve cada vez que hay una crisis internacional y los Veintiocho intentan adoptar consensuar su oposición. Puede que la implantación de un Europa de varias velocidades, permita llegar a una Defensa Común Europea en la que estén los principales países de la Unión. Pero dotarse de una Política Común propia ya es otro cantar, porque aquí los intereses nacionales o partidistas suelen impedir la toma de decisiones conjuntas.

Se acordaron algunos de que cuando se creó el Servicio Europeo de Acción Exterior, que ahora dirige Federica Mogherini, se difundió pronto un chiste en el que se decía que cuando alguien llamaba por teléfono a ese organismo, se podía escuchar: “Bienvenido al Servicio Europeo de Acción Exterior. Para hablar con Francia, pulse 1; para hablar con el Reino Unido, pulse 2; para hablar con Alemania, pulse 3….”

La última muestra de que el chiste se aproxima a la realidad se ha vivido con la crisis de Venezuela. Tratando a la vez de expresar firmeza y de no destruir todos los puentes con el régimen bolivariano de Caracas, España ha decidido, por fin, intentar liderar una respuesta europea a los desmanes de Nicolás Maduro.

Para ello, además de abogar por el no reconocimiento de la Asamblea Constituyente elegida el pasado 30 de julio, propuso la adopción de medidas individuales para tratar de sancionar a los dirigentes del régimen culpables de la situación que vive Venezuela. Unas medidas que no iban, de momento, más allá de no concederles visados para viajar a la UE y tal vez de congelarles sus activos en los países miembros. Nada de sanciones económicas, porque se piensa que eso perjudica sobre todo a la ya muy castigada población venezolana.

Bueno, pues, ni esas medidas ha sido posible sacar adelante, porque un buen puñado de los socios comunitarios no estaban de acuerdo. Entre ellos, la Francia de Emmanuel Macron, quien, con el entusiasmo de los recién llegados, quiere aprovechar la coyuntura para ejercer de mediador entre Gobierno y oposición venezolanos, algo que el ex jefe del Ejecutivo José Luis Rodríguez Zapatero lleva intentando con escasa fortuna desde hace bastante meses.

Otros, como los Gobiernos de Portugal o Grecia, se ven lastrados por la presencia, en sus filas, de comunistas proclives a mostrarse comprensivos con las barbaridades del “poder popular” encarnado por los discípulos de Hugo Chávez.

Lo único que ha sido aceptado, arrastrando en muchos casos los pies, es no reconocer la Asamblea Constituyente que ha consumado el autogolpe de Estado de Maduro. Menos es nada, desde luego, pero una vez más, como en crisis anteriores (Irak, Siria, Ucrania, etc) ha quedado claro que la UE tiene que dar todavía muchos pasos para actuar con una sola voz en política internacional.

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