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El momento del eterno secundario

El momento del eterno secundario
Marisa Gallero el

 

Por mucho que Inés Arrimadas se deje acariciar por la cámara vestida de noche en el salón de Pasos Perdidos del Parlament de Cataluña calzada con unos lujosos Jimmy Choo como si quisiera pisar la alfombra roja en la gala de los Oscars, el poder se lo va a arrebatar el eterno secundario de la política catalana: Jordi Turull.

Desde que Carles Puigdemont descubrió que no podría ejercer de presidente legítimo en forma de holograma, la elección del candidato parecía más un juego de dados. El azar elegiría quién se llevaría el premio de presidir la República fantasma. Jordi Sànchez fue el último en arrojar el acta de diputado para librarse de seguir contestando compulsivamente cartas desde Soto del Real y la carambola le ha tocado al hombre que se hizo fuerte a la sombra de Artur Mas y de Puigdemont, convertido en el embajador prófugo del secesionismo.

Turull podría ser el presidente más breve de Cataluña si finalmente es inhabilitado en la vistilla del viernes de Pablo Llarena. Su suspensión sería automática nada más sea firme el auto de procesamiento por delitos de secesión. Y a quién designe como vicepresidente sería la persona clave en los próximos años de repliegue del independentismo a la espera de una nueva vía para forzar la ruptura.

Todo sea por el relato. Por quedar por encima como el aceite. El pulso al magistrado del Tribunal Supremo adelantando la investidura al jueves por la tarde es más una cuestión de vender que el naufragio del Titanic independentista es una vez más culpa del Estado y del 155 que de una hoja de ruta utópica y mal diseñada desde que pusieron en marcha el «choque de legalidades».

Arrimadas más que atreverse a ponerse un vestido largo para posar entre cortinas de terciopelo rojo enmarcadas entre dos columnas de mármol habría tenido que buscar el coraje de hacer valer sus resultados electorales liderando una apuesta en el Parlament contra el «procès». Con menos escaños Birgitte Nyborg en Borgen consiguió ese poder que daba por hecho el titular de su entrevista en Telva. Eso sí que hubiera sido valiente y un cambio de registro. Ya sea por ese millón cien mil votantes que hicieron que un partido no nacionalista ganase las elecciones en Cataluña. Nunca una victoria fue tampoco vitoreada.

 

 

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