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Por un par de tirantes

Por un par de tirantes
Marisa Gallero el

 

«Especialmente después de lo de Patri, yo busco venganza. La justicia para mí ha perdido sentido. En cierta gente, instituciones o conceptos, si yo busco venganza». Son las palabras de Rodrigo Lanza en el documental «Ciutat Morta», que denuncia «uno de los peores casos de corrupción policial». La protagonista es la ausente Patricia Heras, condenada a tres años de prisión por los enfrentamientos con la Guardia Urbana en el desalojo de una casa okupa en Barcelona en febrero de 2006. Se suicidó en un permiso penitenciario. Lanza también fue condenado. Cumplió siete años entre rejas por dejar tetrapléjico a un guardia a causa de una pedrada. Ahora ha sido detenido por ser el principal sospechoso del asesinato de Víctor Laínez, cuyo único delito fue llevar un par de tirantes con la bandera de España. Pero claro, es según Marta Rovira, «el fascismo el que corre impune por las calles».

Recuerdo con desasosiego el documental. Narrado con la poesía desnuda escrita por Heras. Con testimonios de los condenados denunciando torturas policiales. Según esta versión, el guardia urbano nunca recibió el golpe de una piedra por parte de los detenidos a pie de calle, sino que fue herido por el impacto de una maceta que cayó desde una azotea. Así lo confirmaba en unas declaraciones el entonces alcalde Joan Clos. Se te erizaban los vellos pensando que se podía condenar a personas solo por sus pintas. «En aquel juicio no se estaban juzgando a individuos sino a todo un colectivo», explica su página promocional. Era «la crónica de una venganza». El Tribunal descartó «por completo» la tesis de la maceta.

«Los sistemas fallan», decía el abogado de Lanza, Gonzalo Boye, en el teaser. «No es admisible que el sistema falle, porque entonces hay que cambiar el sistema». Es curiosamente lo mismo que pretendían los exconsejeros Toni Comín y Meritxell Serret, a quiénes defiende Boye legítimamente ahora. Querían cambiar un sistema por otro. Aprobando con «forceps» unas leyes en el Parlament para colarnos una independencia de la que dicen no estar preparados, o parafraseando el título visionario del documental, más que una ciudad, les nació una República muerta.

Esta vez no le podrán echar la culpa a una maceta. Rodrigo Lanza, acompañado de tres amigos, se cruzó con Víctor Laínez en un bar del centro de Zaragoza. Primero le llamó «facha» y «fascista», luego le atizaría por la espalda con un objeto contundente. No saben si con un sillín metálico de bicicleta o una barra de hierro. Cayó desplomado al suelo. Muerte cerebral. No viene al caso de que fuera del grupo de moteros «Los Templarios» ni simpatizante de la Falange Española de la Jons, un partido de extrema derecha. Tampoco que Lanza fuera un antisistema ni que perteneciera al grupo de extrema izquierda «Zaragoza Antifascista». Se tiene que tener en cuenta los hechos. Ya sea tirar una piedra o golpear en la cabeza a otra persona por la espalda. Es igual de miserable.

La venganza puede tener forma de un par de tirantes.

 

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