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La road movie de Puigdemont

La road movie de Puigdemont
Marisa Gallero el

 

El día después de nacer y morir la República catalana tuve otro sobresalto. Carles Puigdemont haría una declaración institucional a las 14:30. Pensé que iba morir matando y convocaría unas elecciones paralelas para continuar en Matrix. Pero no dijo nada. Fue un mensaje para la resistencia que se autodestruyó automáticamente cuando la Sexta mostró que era en diferido y que él estaba tranquilamente comiendo y tomando unos vinos por Girona.

La República fantasma catalana quiso ser épica y se ha convertido en un road movie de serie B. Mientras Puigdemont jugaba al despiste con su perfil de Instagram subiendo una fotografía como si estuviera en el interior del Palau de la Generalitat, iba en coche hasta Marsella rumbo a Bruselas buscando abogado que le alivie de la citación de la Fiscalía por rebelión, sedición y malversación de fondos públicos –subtitulada por el jefe de la secretaría técnica como «más dura será la caída»–. Si no le sale bien la aventura belga, puede hacer compañía a un gran admirador del «procés», Julian Assange, refugiado en la embajada de la República del Ecuador en Londres. Allí lleva más de cinco años.

Puigdemont se ha vengado de Junqueras dejándole que deshaga el entuerto por negarse a que tuvieran una vía de escape. Por unas horas supo como le quedaba el traje de traidor y le reservó a su sombra el papel de san Bueno, mártir. El hombre que ha llevado «al país al récord histórico de PIB» y de empresas que cambian su sede social, sigue haciendo «muchas cosas», como si quisiera darle la razón a Rajoy de que los «catalanes hacen cosas». Será el único que se crea que su presidente ha visitado la capital de Europa para «trabajar».

La convocatoria de elecciones auspiciadas por el 155 ha pillado al independentismo con el pie cambiado. Pueden afirmar una cosa o viceversa. Joan Tardá, que «el 21-D es una oportunidad para defender la República». «Somos los campeones de la democracia y de las urnas», declaró Junqueras sin un ápice de cinismo. Les da igual ningunear una República que sólo ha reconocido el ala anticapitalista de Podemos. «Señor Rajoy, nos veremos en las urnas. La aplicación del 155 es miserable», subrayó Marta Pascal del PDeCAT. Y los de la CUP se están pensando como «confrontar» al ser unas «elecciones ilegítimas» y «cada día –el 21-D también según Mireia Boya– es una jornada de lucha republicana».

El mandato del 1-O se ha evaporado. Y muchos ciudadanos contemplan perplejos como sus representantes políticos votan en secreto y huyen, cuando le exigen a ellos que den la cara. Nos creímos que había relato y tienen como guionista a una mala copia de los Monthy Python. No había plan alternativo al sálvese quién pueda. Para este viaje ni para empujar a Cataluña por el precipicio, hacían falta estas alforjas.

 

 

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