Tiempo muerto hasta el sábado con mil diatribas alrededor del DUI o el 155, como si estuviéramos ante un puzzle sin encaje. ¿Aplicará el artículo 155 el Gobierno tras reunirse el Consejo de Ministros de forma extraordinaria? Cada vez está más claro que sí, aunque lo cocinen a fuego lento. ¿Votará el Parlament la independencia que dejó suspendida? Tampoco hay duda al tenor de los debates entre Junts pel Sí y la CUP buscando cuál sería el pleno más adecuado. La política en tiempo de crisis necesita instrucciones de uso, al estilo de Georges Perec, como si Gaspard Winckler hubiera confeccionado en su taller uno de esos puzzle enrevesados que fabricó para Bartlebooth y le faltarán piezas.
A Perec lo descubrí por un artículo de Enrique Vila-Matas, donde contaba que se moría de risa el día que escuchó a Kurt Vonnegut decir que las tramas en realidad eran sólo unas cuantas y no era necesario darles demasiada importancia. «¿Qué sucede cuando no ocurre nada?». Así estamos. En una trama simplificada que mira a un callejón sin salida, al precipicio de la CUP. En un centro ausente. En un limbo de las no decisiones, mientras el tejido social se desquebraja y el económico se hunde. No va a haber manera de coserlo con tanto descosido.
Leemos consternados una correspondencia epistolar donde ninguna de las partes pretende claudicar. Donde Carles Puigdemont está tan crecido, que parece que la República suspendida en 8 segundos, ya tiene los 1.000 años de historia que anuncia un vídeo corporativo realizado por la agencia Batabat, «El món ho ha de saber». Quizá el Gobierno debería sentarse frente a frente para desenmascarar sus contradicciones. Nadie podría reprochar al Estado de parecer intransigente, incluso como imagen de cara a Europa, donde apoyan de forma unánime a España, pero insisten en la vía del diálogo. El Ejecutivo de Mariano Rajoy lo repele con razón, no quiere ceder ante chantajistas que han vulnerado la ley, pero se expone a volver a perder el relato. Es a lo que juegan los independentistas, a vender humo, a amenazar con la ruptura definitiva mientras tienden la mano. Lo suyo es la manipulación de la realidad.
Como ese «mandato del 1-O» al que alude Oriol Junqueras —todavía no he escuchado a nadie pedir la dimisión del vicepresidente económico de la Generalitat por la mayor estampida de empresas fuera de Cataluña, cuando todas iban a querer formar parte de esa irreal Ítaca—. Suena tan falso como las urnas que parecían neveras de playa. Tan cínico como la propuesta de referéndum pactado de Pablo Iglesias sin mencionar que también haría falta un cambio en la Constitución, mientras con tono duro asegura que «si el PP y el PSOE tocan una sola coma», él garantizará que «serán los ciudadanos de toda España quiénes decidan esos cambios». ¿Acaso no es lo mismo que ha sentenciado el Tribunal Constitucional sobre la consulta ilegal? «Lo que a todos afecta solo puede ser decidido por todos».
Ante este vértigo al vacío, todos ansiamos que las piezas del puzzle finalmente encajen.
Aquí el enlace del vídeo de la misma agencia que realizó «Help Catalonia. Save Europe»: http://batabat.cat/cont/treball/el-mon-ho-ha-de-saber/
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