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El salario de la gente

El salario de la gente
Marisa Gallero el

 

Proclamarse el partido de la gente, llenarse la boca con la palabra casta para denunciar los privilegios políticos de los otros, y demostrar a la mínima que tienen oportunidad, que sólo era parte de un discurso demagógico.

Lo hemos visto con la modificación al proyecto de ley del Gobierno sobre la gestión y organización de la Administración presentada por el PSOE y Podemos en las Cortes de Castilla-La Mancha al inicio del mes de agosto. Con calor y alevosía. La enmienda firmada por ambos portavoces parlamentarios establece sueldos «para toda la vida» y una mejora sustancial en las pensiones, por mucho que se desdiga David Llorente al recibir una cascada de críticas. Fueron ellos quiénes aseguraron que no aceptarían «prebendas» del gobierno de Emiliano García-Page. ¡Qué poco les ha durado poner la política al servicio de la ciudadanía!

Las deserciones van en aumento. Guillermo Zapata le dio boleto a su carnet de Podemos para no pagar una doble cuota de su salario. Los concejales de Barcelona en Comú se quejan de que cobran poco dinero. El salario ético se les queda corto y pedirán un aumento después del verano.

Las promesas de los alcaldes del cambio de bajarse el sueldo, salvo contadas excepciones, se han quedado sólo en promesas. Ada Colau ingresa 100.000 euros brutos al año, lejos de los 44.000 anunciados. Y el Portal de Transparencia del Ayuntamiento de Madrid refleja que Manuela Carmena sigue cobrando lo mismo que Ana Botella.

También quedó patente que la nueva política no venía a cambiar en esencia cuando se aprobó en el Congreso las compatibilidades de sus señorías. Los diputados de Podemos votaron junto al PP y Ciudadanos la autorización de sus actividades privadas, cuando es una iniciativa contraria a su discurso.

Ir de castos, de puros, señalando con superioridad, para darse cuenta de que con el dinero no se juega, y menos si es el suyo. Lo más ético sería dejar la hipocresía de un lado, cuando está cada vez más claro que el axioma preferido de Podemos es el lema de Pablo Iglesias: «Quién haga política tiene que cabalgar con contradicciones».

Las limitaciones de salario se han convertido en menos de tres años en una de las grandes falacias de la formación morada. A este paso, «un país para la gente» era sólo para su gente.

 

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