En un hipotético mundo literario, no serÃa desde la puerta de La Crónica, sino de ABC, donde  Mario Vargas Llosa arrancarÃa la conversación con Bieito Rubido. Igual podrÃa preguntarle el director del periódico, como lo hacÃa mentalmente Zavalita, «¿en qué momento se habÃa jodido España?». Para que Vargas Llosa recordara un paÃs de otra época, pobre y subdesarrollado, con enormes desigualdades. «Esa España, que los jóvenes ni se imaginan que existió». Como bien refleja el estudio que apunto Rubido de un Observatorio de las Naciones Unidas sobre la autoestima. Los que más orgullosos se sienten de ser de su paÃs, son los chinos. Los españoles, somos los penúltimos, sólo superados por los argentinos.
EstarÃan delante de unos tragos, en La Catedral, meditando mientras se confiesan. Donde aparecerÃan las confidencias que escribÃa en su cuaderno don Rigoberto, las desgracias que sufre Ricardo en «Travesuras de una niña mala» detrás de una mujer o como Trujillo, protagonista de «La fiesta del chivo». volvÃa a cobrar vida al contar la anécdota escalofriante, como si fuera la tÃpica fantasÃa latinoamericana, de que durante sus giras por la República Dominicana, los campesinos le regalaban a sus hijas. «¡Y era un problema para El Jefe! ¡No sabÃa qué hacer con ellas!».
Conversaciones entre conversaciones. Como esa que le contó Fernando Savater de su visita a la Universidad de San Sebastian, que en lugar de estar llena de carteles polÃticos, estaban condenando el amor romántico. «Bueno, es un progreso, después de ETA… Pero, ¿por qué? ¿Qué van a ganar acabando con el amor romántico? ¡Hasta dónde vamos a llegar!».
Fragmentos de literatura y vida. Con la inquietud de cuál será el futuro, cuando se están encogiendo los lectores, donde «la pantalla está sustituyendo al libro en la formación. Y a través de ello, son muchas las cosas que podrÃan desaparecer, viéndose empobrecidas. La literatura es la fuente principal del espÃritu crÃtico. Esa función no la puede reemplazar la pantalla, que genera una actitud más pasiva. Si el libro pasa a ser algo residual, serÃa trágico».
Y una reflexión crÃtica sobre las redes sociales, donde se extiende infinitamente «un pensamiento extraordinariamente chabacano, vulgar, donde las mentiras más espantosas, las expresiones más groseras se difunden, creando un mundo donde cada vez es más difÃcil diferenciar la verdad de la mentira»,triunfando el eufemismo de la postverdad, al no haber suficiente contrapeso a la falsificación de la realidad.
Recordando Bieito Rubido que el paraÃso de la intimidad habÃa desaparecido, preso del gran ojo orweliano. Sin duda, «la libertad está siempre amenazada».
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