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El año de la marmota

El año de la marmota
Marisa Gallero el

 

En el 2016 no había que estar en Punxsutawney para vivir con la sensación de que no pasaban los días, que volvía a sonar la alarma a las 6:00 de la mañana repitiendo la misma secuencia. Como Bill Murray no podíamos evitar meter el pie en el mismo charco ni digerir las mismas mentiras, convertidas en eso de la post-verdad.

El 2016 demostró que los pronósticos de sesudos analistas estaban más inspirados en la bola de Esperanza Gracia. Fue el año que votamos peligrosamente. Ninguna encuesta quería dar como presidente a Trump, acertar el resultado del Brexit ni del #26J. Nadie hubiera vaticinado que Bartlebly, el que preferiría no hacerlo, ganaría las elecciones. Ni siquiera la máquina HAL 9000. Mariano sobrevivió a todos sus adversarios y enemigos íntimos. A José María Aznar, que abandonó la presidencia del Partido Popular, y a Esperanza Aguirre, que dimitió como presidenta del PP de Madrid el día de San Valentín, para terminar midiendo aceras de la Gran Vía.

Fue el año que anunció como una amenaza fantasma unas terceras elecciones. Cuando Albert Rivera se creyó imprescindible y Pedro Sánchez presidente por pronunciar un monosílabo, auto destruyendo de paso al PSOE por convertirse en la «sonrisa del destino».

Fue el año que Pablo Iglesias acarició con la punta de los dedos el cielo, para descubrir que ni de lejos es tan buen estratega. Como Stalin, va purgando y borrando las fotos de los colaboradores más cercanos a Iñigo Errejón, hasta que sólo quede el reflejo de su imagen, a ser posible como en la papeleta que le encumbró como un sucedáneo descafeinado del Che.

Fue el año de la Legislatura número XI que duró justo 111 días, del bipartidismo imperfecto, de la nueva política que demostró ser igual de antigua, de las Carmenadas, de las líneas rojas que hemos cruzado, de la soledad de Rita, de la dimisión y escándalo del nombramiento de Soria, y de la crónica de la muerte anunciada de Izquierda Unida, con su líder como el más valorado en todos los CIS.

Fue el año de Noos, de una infanta que está deseando instalarse en Suiza con el demoniete de su marido, después de rechazar el tribunal que declaren como testigos desde Felipe VI al Rey emérito, pasando por Corinna zu Sayn-Wittgenstein, para no «convertir el juicio en un reality show», mientras los expedientes del fiscal Horrach se acumulaban en un carrito de Mercadona como si fuera una metáfora de nuestra justicia.

Fue el año de las «black». Reunidos todos los consejeros de Caja Madrid y Bankia en el inhóspito polígono de San Fernando de Henares, cruzando la calle del Límite, Rato, Blesa, Spottorno, el padre de Ramón Espinar, escuchando de fondo los gritos de «chorizo» y de boca del fiscal que son unos «depredadores», sin pensar todavía que tiene que ver con ellos.

Fue el año del inicio de Gürtel, cuando Don Vito advirtió que se los iba a «follar a todos» y que Génova era «su casa», y escuchamos como desde el 2009, en las cintas casetes de Peñas, su gran hit: Los mil millones de pesetas de Bárcenas en la época de Cascos en boca de Correa.

Fue el año de los ERE y sus «cuatro golfos», en un proceso sin fin ni fecha, que sentará en el banquillo a la cúpula de la Junta de Andalucía, con Manuel Chaves y José Antonio Griñán a la cabeza. Todo un sistema de Gobierno examinado con lupa.

Fue el año que Europa se quedó sin alma mirando de lejos a los refugiados, como si no existieran, y cuando fuimos golpeados indiscriminadamente por el yihadismo, un rayo que no cesará.

Para el 2017 nos espera Trump, la gestión del Brexit, más Rajoy, la vuelta de Sánchez si no se le engancha el pie en el embrague, la escisión y «tensión entre el núcleo irradiador» de Podemos, la declaración de Bárcenas y alguna que otra sentencia.

La marmota no es que no encontrara su sombra, es que ni siquiera la proyectaba, alargando este 2016 como si fuera eterno.

 

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