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Figuraciones con Savater

Figuraciones con Savater
Marisa Gallero el

 

Un día antes de las elecciones del 20-D, Fernando Savater invocó a Dios pidiéndole: «¡Señor, mañana danos terremoto! Pero con pocos daños!». El resultado mostró más un cisma entre políticos que no supieron estar a la altura, y se perdieron en negociaciones vacías retransmitidas en directo.

Como en el libro «Figuraciones mías», pregunto a Savater por su reflexión, por la perplejidad de estos tiempos reiterativos, que buscan en el ciudadano una solución, un ejercicio de responsabilidad que los actuales dirigentes no han tenido.

«No han sabido conciliar. Y seguimos así. Quiero que se vaya Rajoy, quiero que venga Fulano. Nos dicen que no van a haber unas terceras elecciones, algo que tranquiliza, pero eso significa que tendrán que ponerse de acuerdo».

La argumentación del filósofo va más allá y culpa del resultado electoral a los votantes. Son ellos «los que pueden elegir a los indeseables», como razona en alguna de sus columnas.

«Los políticos somos nosotros –explica rememorando «Ética para Amador»–. Seguimos hablando de ellos como si todavía fueran los Reyes Magos. ¿Siete millones y medios de electores son unos canallas por votar al PP? ¡Cuidado! Estás hablando de más del 30% de la población. Y si a Rajoy no le quieren cambiar en su partido, ¡qué le vamos hacer! ¿Quedarnos sin Gobierno hasta que se muera? Mientras tanto, él está mejor que nunca, eternamente en funciones».

Savater continua la senda de Chesterton en su elogio al disparate en «El Napoleón de Notting Hill», cuando expone que cualquier loco puede gobernar. «¿La culpa es de Pablo Iglesias o que usted no se ha fijado en determinados temas? –se pregunta–. Si le han votado a pesar de haberse sentado con pro etarras o su apoyo al régimen de Chávez, será porque les importa un carajo ETA y Venezuela. Luego no digan: “¡Que tontos somos que nos han engañado!”».

 

 La apuesta quijotesca de UPyD

Él lo tiene claro: «¡Sigue UPyD!». Su apuesta quijotesca, puramente cervantina, situándose en el puesto número cinco por Madrid, hace que sí sepa que se enfrentan a cuatro molinos de vientos y no a gigantes, como el atrevido hidalgo. «Sabemos que son sólo molinos y que son rutinarios. Cuando conoces la rutina, puedes esquivar los palos».

Sorprende su entusiasmo, a no renunciar a lo imposible, a pesar de ser el anzuelo de UPyD para volver al Congreso, después de desintegrarse el pasado 20-D. «Cuando te pones a hacer algo, hay que intentarlo desde la posibilidad, sino mejor ni lo intentes».

Su sueño fue ser senador como Charles Laughton en «Espartaco». Ahora su objetivo es la supervivencia de UPyD, como arriate de Gorka Maneiro, actual líder de la formación magenta. «Se lucha insistiendo, no hay otro remedio. Y si sacamos cinco diputados, estoy dispuesto a ir al Parlamento».

Más que un gladiador en las arenas del circo romano, Maneiro está como un vaquero en las praderas del oeste, solo ante el peligro. «Está acostumbrado a luchar en minoría contra un consenso opuesto, defendiendo acabar con los privilegios fiscales, recuperar las competencias de educación y sanidad… En el Parlamento vasco ha sido decisivo defendiendo los principios de UPyD contra los nacionalistas y contra todos. Es una persona tenaz, con las ideas claras, sin dobleces».

 

De «atravesado» a transversal

Savater asume sin sobresalto, que «se puede ser socialista, liberal y conservador», como dijo Leszek Kolakowsi. «Antes me llamaban atravesado y ahora transversal». Le apunto, que con esa definición se parece a Pablo Iglesias.

«Iglesias es transversal, horizontal, vertical y de todo. Estoy seguro que estando conmigo se volvería transversal, pero luego me daría la espalda y se volvería horizontal. Ha tenido una cantidad de cambios tan vertiginosos, que algunos nos mareamos al intentar seguirlo. Puede haber cambiado, pero deme tiempo para creerlo. Necesito un rodaje».

Se asombra al escuchar en pleno siglo XXI que el comunismo sea la salvación. «Ser comunista como si no hubiera existido la historia. Lo más sonrojante es querer equiparar el comunismo a la socialdemocracia. Es el abuso de la ignorancia».

El escritor también advierte sobre el mal uso de la expresión cambio, ahora en boca de todos. «Cambio, pero, ¿qué cambio? Si mañana gana las elecciones Donald Trump es un cambio enorme… Cambiar es fácil, mejorar es difícil. A mí garantíceme la mejoría. El cambio puede ser a peor. No todo es mejor que Rajoy, hay cosas peores».

«Hacer de don Tancredo tiene su lado positivo, sobre todo si los demás se equivocan, el riesgo de no hacer nada, es que el otro haga algo y acierte –comenta sobre la estrategia inmovilista de Rajoy–. Había iniciativas que tendría que haber tomado. Pero tampoco puedes hacer lo que quieren los adversarios. Es como la fábula del cocodrilo y el perro.  Le decía: “Bebe quieto”. Y este le respondía: “No es de sabios oír de un enemigo un consejo”».

 

Los primeros y últimos románticos

Savater se siente orgulloso de pertenecer a un partido del que no tiene nada de lo que avergonzarse. «Somos los primeros y últimos románticos. Fuimos la alternativa al bipartidismo, emergentes cuando no se llevaba, luchamos contra la corrupción… Al millón de votantes que perdimos, le preguntaría: “¿Le ha ido bien sin UPyD? ¿No recuerda con nostalgia, con sus defectos y disputas internas, que había un foco de solidez, de honradez difícil de encontrar?».

Tras estas figuraciones, reflexiones en el bar La Gata, Savater se despide deseando un «terremoto racional» para después del 26-J y, sobre todo, «menos votos con las tripas». Un oxímoron completo.

 

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