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Sin destino

Sin destino
Marisa Gallero el

Un sistema de pasos. Cuando ya has dado uno, viene otro y otro… y no hay vuelta atrás. Entras en «la locura de no hacer nada», cuando podrías haber hecho cualquier cosa. Así es cómo relata Imre Kertész en su primer libro «Sin destino» (Acantilado) el horror nazi de forma literaria.

Cuenta con descarnada objetividad cómo todos sabían que estaba ocurriendo desde el primer momento. Cuando su padre se despide porque le han asignado a «trabajos obligatorios», el eufemismo que enmascara la realidad de los campos de exterminio.

Como nadie tenía nada contra ellos, «claro, qué podían tener», pero eso no les cambia su destino común, con resignación, «como si se tratara de un juego, ya que no veía razón alguna para escapar aunque hubiera tenido la ocasión de hacerlo». Con la sensación de estar participando en una obra de teatro sin sentido, en la cual su amargo papel era desconocido.

Kertész deja al lector perplejo por su relato directo de cómo es un campo de concentración, dando por naturales temas que no lo son. Mostrando la indiferencia con la que se dejan separar, marcar como si fueran ganado, sin resistencia, con una pasividad absoluta. Nadie se rebeló. «Nos miramos atónitos, sin saber si reír o llorar… Y me dejé llevar».

Y, sobre todo, señala el problema de siempre, el gran dilema: «¿Cómo había podido ocurrir todo aquello?». En una de las afirmaciones del premio Nobel de Literatura publicadas por ABC señalaba que «Auschwitz es un problema de todo europeo y todo hombre… Además, el sistema de valores en Europa se había derrumbado antes de la guerra».

Esa preocupación por la carencia de valores nos salpica de igual forma actualmente con otras crisis, como la de los refugiados a las orillas de Europa, cerrando nuestras puertas firmando un acuerdo con Turquía. Y nos hace meditar si también nosotros hemos entrado en esa «locura de no hacer nada». «El sistema de valores ya no existe, existe un sentimiento de carencia, una conciencia lejana de unidad. Esa es la conciencia de la realidad europea, y su ausencia puede crear muchas situaciones de peligro», avisaba.

Hoy, el escritor que sobrevivió a Auschwitz y Buchenwald ha dado su último paso. Sus reflexiones acerca de que todos deberíamos saber hacía donde caminamos, porque somos nuestro propio destino seguirán vigentes.

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