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Blogs Laboratorio de Estilo por María Luisa Funes

Macron en Bregançon

Macron en Bregançon
María Luisa Funes el

Si algo distingue verdaderamente a los franceses de los españoles, es que no les duelen prendas al presumir de sus posesiones patrias. Sin complejos. Hoy se marcha el matrimonio Macron de Bregançon, un antiguo fuerte, ahora convertido en el Elíseo del verano, donde han pasado un par de semanas.

Durante estas vacaciones, Macron y Brigitte han salido del fuerte en contadas ocasiones para montar en bicicleta o visitar el pueblo más cercano. En realidad, han convertido el lugar en centro de reunión del presidente de Francia con mandatarios de otros países.

Casi ignorada por jefes de Estado anteriores, Macron la ha convertido ya en un símbolo francés fuera de las fronteras, donde recibió, para empezar, a Theresa May, primer ministro del país amigo/enemigo.

Bien situado en la Costa Azul, al borde del Mediterráneo, el fuerte está sobre una roca de más de 35 metros de altura, unida al continente por un largo embarcadero con una esplanada, que construyó de Gaulle para facilitar aparcamiento y aterrizaje de helicópteros.

Ya en la Edad Media existía allí un castillo que perteneció a la señoría de Brégançon, unida más tarde a  los vizcondes de Marsella. En 1257, fue comprado por el conde Carlos de Anjou, hermano pequeño del rey Luis IX, el famoso San Luis (hijo de Luis VIII y  de la infanta Blanca de Castilla, hija a su vez de Alfonso VIII.  Por lo tanto, San Luís rey de Francia era primo hermano del rey castellano Fernando III el Santo. Una familia de Santos, está visto).

Pasó de mano en mano siempre entorno a las familias reales sucesivas, aunque los únicos reyes que hicieron noche en el fuerte fueron Carlos IX y su madre, Catalina de Medicis.

Durante la Guerra de los Treinta Años contra España, el cardenal Richelieu montó en el fuerte Brégançon un punto defensa. Tras la Revolución Francesa, Napoleón Bonaparte se fijó en este enclave estratégico, reforzándolo de nuevo e instalando allí a una compañía militar permanente.

De Gaulle pasó allí unos días, huyendo de la humedad, los mosquitos y la incomodidad de sus instalaciones rápidamente. Pompidou lo visitaba en fin de semana y se dedicó a redecorarlo con desigual resultado. Y Giscard lo utilizaron para alguna reunión con mandatarios de países mediterráneos.

 

Mitterrand lo utilizó solo en un par de ocasiones, pero Chirac se aficionó a pasar ciertas temporadas allí, más por gusto de su mujer que por el suyo propio, ya que consideraba el fuerte una “prisión”, en propias palabras. Sarkozy visitó el fuerte en varias ocasiones, tanto con Cecilia, como con Carla Bruni.

 

Hollande pasó varias jornadas de vacaciones en verano, pero ha sido Macron el que ha investido el lugar como el castillo de sus vacaciones oficiales.

Ha hecho instalar una piscina para poder hacer ejercicio y refrescarse al abrigo de los fotógrafos, un tema que ha levantado ciertas suspicacias, pero que a buen seguro, con un coste de 35.000 euros, costará menos que un desplazamiento a la Isla Reunión o a Saint – Barths. El nuevo Camp David francés añadirá un interés turístico adicional a la zona, ya que se puede visitar durante el resto del año. Todo queda en casa.

 

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