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La nueva Alta Costura

La nueva Alta Costura
María Luisa Funes el

La Alta Costura de París tiene una mala salud de hierro

Ha comenzado una nueva edición de la Semana de la Alta Costura en París. Los desconocedores del negocio de la moda pueden creer que la alta costura está muerta desde hace tiempo. Pero nada de eso. Si bien será difícil que vuelva a llegar a los niveles de los años 30, la Alta Costura lleva varios años reactivándose.

A finales de los 80 y durante los 90, una élite mundial de señoras ociosas de más de 70 años, eran su única clientela. Se trataba de un gran grupo de mujeres estadounidenses en busca de sofisticados símbolos de estatus que revistieran de un barniz de “old money” (dinero antiguo), las exitosas carreras profesionales de sus maridos. Las casas de moda se planteaban cómo sobrevivir con un grupo de 2000 clientas de edad.

Pero el panorama actual ha cambiado radicalmente debido a varios motivos. El primero es la gran explosión de nuevos mercados potenciales en los últimos años: China, India, Rusia, Brasil y muchos países árabes, suponen una inagotable cantera de nuevas clientas de todas las edades. Se trata de centenares de millones de mujeres de una nueva clase social ascendiente, que desean experimentar, disfrutar y exhibir sus atuendos de alta costura.

Otra de las razones para el renovado éxito de la Alta Costura, es que ya no se trata solo de un reclamo que haga soñar a clientas que acaben comprando solo una laca de uñas de 20 euros. Existe una nueva clientela que también demanda un producto auténtico de primer nivel, el verdadero lujo tradicional de pedir piezas de fantasía a medida a los mejores expertos.

Además, las grandes casas de costura ya no invitan a olvidadas abuelitas de Milwaukee a sus desfiles, sino que se han concentrado en jóvenes muy conocidas, abriendo el abanico de su clientela a personajes irreverentes y novedosos, desde la cantante Rihanna a la elegante Olivia Palermo, la conocida princesa Magdalena de Suecia o la rebelde cara Delevigne: Estas mujeres jóvenes dan vitalidad a un negocio antes caduco, alargando su vida y proyectando una imagen nueva en los cinco continentes.

Por último, todos recordamos los recargados vestidos de los desfiles de Alta Costura de finales del siglo XX, ya fuese a manos de Galiano en Dior o de decenas de otros creadores: entonces, se trataba más bien de epatar a prensa y clientas con modelos de cancanes y complicadas siluetas, con materiales épicos, más ideados para una inexistente María Antonieta que para su público real. Ahora la costura vuelve a proponer también muchas prendas de día. Se idean modelos más sencillos y ponibles, sin dejar de ser prendas de fantasía de una factura impecable. La costura de hoy está pensada para el día a día y para las mujeres de carne y hueso. Creadores como Giambattista Valli, Azzaro o Bouchra Jarrar, presentan prendas más comerciales, para todas las horas del día, incluidos pantalones de corte actual.

Ayer domingo 5 de julio, comienzó en París la Semana de la Alta Costura de París para otoño-invierno 2015-2016. Se esperan muchas ausencias: las clientas norteamericanas, aún asustadas tras los atentados de Charlie Hebdo hace meses, están celebrando su 4 de julio, día de la Independencia norteamericana. No se desplazarán. Tampoco se espera una gran aglomeración de rusas, que tras la caída del rublo y el petróleo no han levantado cabeza. Y las importantes clientas de los países árabes brillarán por su ausencia, ya que en esta ocasión están en pleno mes de Ramadán. Con lo cual, todos los ojos se posan en las clientas asiáticas, verdaderas mecenas de los creadores actuales.

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