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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Los renglones largos de Dios

Luis Miranda el
La Virgen de la Soledad entra en la Catedral el Viernes Santo de 2004

El camino más largo empieza por un simple paso. Es una frase de meme de internet pero es verdad. Seguramente no lo dieron ellos, pero los cofrades que se reunieron para hablar de la Catedral en marzo de 1986 estaban dando uno de los primeros, cuando nadie adivinaba que al final de la calle esperaría la gloria de conseguirlo. Pensaban en unos obstáculos que serían imposibles de salvar y cayeron como hojas de otoño con la simple comprobación empírica, pero no se les pasaba por la cabeza que habría que luchar contra otros que en aquel tiempo les hubieran dado risa.

Fue en un programa que emitió la desaparecida Radio Mezquita el 11 de marzo de 1986, presentado por Antonio Varo y Ángelmaría Varo. Estuvo gente de su generación, como Leopoldo Tena, Benito García, Rafael Tena y el mítico, porque lo es según lo que cuentan todos de él, Guillermo Giménez de la Linde. También hablaron algunos más veteranos entonces, como José Murillo, a punto de ser hermano mayor de las Angustias, y Manuel Pineda. Hablaban de llevar la carrera oficial a la Catedral en un tiempo en que aquello parecía tan lejano como que en Córdoba se cayese el viaducto que partía la ciudad o que hubiera casas más allá de Gran Vía Parque.

Antonio Varo ha digitalizado la charla y la ha puesto al alcance de todo el mundo en internet. Quizá la voz que con más fundamento habla de la necesidad de que las cofradías fuesen a la Catedral era la de Miguel de Santiago Losada, cofrade de Jesús Nazareno, que andado el tiempo se posicionó con quienes decían que el monumento tenía que ser público y daban la tabarra con la inmatriculación. En sus palabras, de argumentación brillante, no decía nada de que en aquel momento fuese propiedad pública, como ahora dice.

En 1986 hacía mucho tiempo que ninguna cofradía pisaba el templo. Estaba reciente la mala experiencia de los años 60, pero para aquel año dos hermandades iban a llevar allí sus nazarenos. La Misericordia salió el Miércoles Santo desde el monumento por primera vez tras el cierre de San Pedro, y aún estaría hasta 1997. El Santo Sepulcro quiso hacer estación de penitencia ya en 1985, pero no le dejó la lluvia. Tuvo que esperar hasta ese año, y Guillermo Giménez de la Linde contaba el sentido de cómo lo harían, plasmado después por Antonio Benítez como diputado mayor de Gobierno. «El pueblo de Córdoba podrá entrar», contó, y en verdad que lo hizo en aquel momento (el cartel de Semana Santa del año siguiente fue el testigo) y durante bastantes años después.

Aquel día se hablaba incluso de si los pasos cabrían por las naves y todavía faltaba mucho. No sabían entonces que tendrían que luchar contra muchos prejuicios, los primeros de los cofrades, que durante muchos años miraron a la Catedral con la incomodidad de lo que pillaba a contramano. Parecía que por Deanes no sería capaz de atravesar ni el Vía Crucis, se cuestionaba que hubiera cofradías que cupiesen al completo en la Catedral y hasta habría que ver si había pasos que no se atrancarían en las naves, aunque algún ejemplo hubiera luego.

La audición es digna de saborearse, porque tiene perlas. Por ejemplo, aquello que cuenta Pepe Murillo de la procesión que se hacía desde el Campo de la Verdad con la Cruz Guiona (y la barbaridad de que entonces tuviera ¡un Crucifijo!) a hombros de horquilleros sería digno de recuperarse quizá al mediodía del Viernes Santo, antes de los Oficios. Todos lo pensaban posible, pero ninguno sabía que las cofradías terminarían pasando bajo la Puerta del Puente, entonces hundida en el suelo, y que unas obras de la Junta de Andalucía dejarían la Ribera esperando a las hermandades. Nadie soñaba entonces con un Vía Crucis Magno organizado en pocas semanas, ni se pensaba en que hubiera que apelar a la Unesco para una celosía que entonces estaría todavía oliendo a barniz, de tan nueva.

El caso es que cayeron todas las torres posibles y las cofradías terminaron llegando y disfrutando de una carrera oficial a la altura de la historia de la ciudad. Incluso con una sola puerta se hubieran apañado aunque al final estuvieran las dos. No lo vio con los ojos de este mundo Guillermo, que murió aquel mismo año, y tampoco Pepe Murillo, que antes que tenerla en la Catedral soñaba con contemplarla otra vez en San Agustín. Entre 2014 y 2015 lo miraría desde el palco del cielo. Dios escribe derecho con renglones torcidos y bastante largos.

Semana Santa
Luis Miranda el

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