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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Late, corazón

Luis Miranda el

Te la arrebataron en una noche que no tenía estos fríos y que había nacido como una tarde bañada en luz. Ni te dio tiempo a despedirte, ni te temías que se te fuese a escapar tan pronto. Rojo y luz de cera como un sol, blanco deslumbrante y transparencia sutil, malva y oro cada día más viejo y con más solera, morado oscuro como su música fúnebre mirando al cielo.
La dejaste marchar, después del último Ave María, acaso con los oídos satisfechos después de un tintineo de campanas, de la contundencia de un fleco contra un varal, de una tuba que se lamentaba, de un canto alegre que sin palabras la llamase guapa. Te fuiste a casa pisando con los zapatos rechinando en la cera derretida, con la chaqueta denunciando el incienso de toda la tarde y sin querer saber que se había terminado, que hasta los naranjos de la Catedral, cuando vieran que era Viernes Santo y la tarde pasaba sin que llegara la Virgen de los Dolores, amarillearían a nadie esperando ya.
Cuánta humedad se te caló en los huesos aquellos días en que la ciudad se hizo otoñal y encharcada, cuánta lluvia te siguió goteando en el alma muchos días, como si te hubiesen arrancado la mitad del corazón que estrenas nuevo todas las Semanas Santas. Cuánta soledad cantaba el viento en las avenidas de Poniente, en el busto del Padre Cristóbal, en los cipreses de San Cayetano, en el Triunfo de San Rafael de la Compañía, en el Cristo de los Faroles que no acostumbra a recibir aguaceros cuando late con más su fuerza su corazón enlutado. Qué tristeza de calles vacías que se hubieran llenado de emoción y de música, de incienso y de manos que se persignan.
Te la arrancaron sin piedad en aquella noche que te acostaste feliz y recordaste la emoción primera de Agustín Moreno, la blanca alegría mercedaria cuando caía el sol, el misterio lánguido de los ojos verdes. ¿Se te cerró la herida? Nunca del todo, que nunca sabes cuántas Semanas Santas tienes en la tierra, aunque ahora los guiños de la luz te sequen el frío del espíritu. Ahora, cuando esta noche de Jueves Lardero se te ha vuelto a abrir en promesa, recuerdas a don Antonio: “Late, corazón. No todo se lo ha tragado la tierra”.

Liturgia de los días
Luis Miranda el

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