ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

El miedo a la trascendencia en la era de Twitter

Luis Miranda el

In illo tempore, las páginas web de las cofradías, cuando las había, no hacían más que volcar contenidos que todo el mundo sabía, caducaban cuando el encargado se dormía en los laureles, las noticias iban camufladas en los boletines, y todavía al llamar había quien se hacía el interesante y soltaba que primero lo tenían que conocer los hermanos. Twitter y Facebook existían, pero en el mundo de las cofradías no debía de haber ningún avanzado que los usara, y mucho menos que intuyera la importancia brutal que habían de tener. Sí existía el blog, que a muchos todavía le siguiera sonando a ese cuaderno pequeño y anillas que se usaba para tomar notas rápidas, pero en internet no había tantísimas fotos a buena calidad que rapiñar y el paro todavía no había hecho del ocio afición ni de la ingenuidad soberbia.

En la Cuaresma de 2008, un grupo de periodistas e informadores de cofradías (Antonio Varo, Jesús Cabrera, Paco Pérez, Rafael Fernández Criado y Rafael Carlos Mendoza), se reunió en la redacción de ABC para hablar de lo singular de este trabajo que suele tratar con personas vuelcan honrosamente su tiempo libre en algo que no les reporta más recompensa que el gusto por el trabajo bien hecho, cuando lo hay, y que, por esa misma noble ausencia de profesionalidad, también necesita manejarse con unos códigos especiales. «Miedo a la trascendencia», dijo Jesús Cabrera en los primeros compases de aquella charla para hablar de los pies de plomo, o a veces de granito pegado al suelo, con que se manejaba la información de las cofradías.

Ocho años después de aquella charla, alguna lectura superficial dirá que se ha obrado la revolución y que ahora las cofradías comunican con la fluidez y la celeridad del rayo. El que quiera estar al loro no tendrá más que reunir a todas las hermandades en una lista de Twitter y por allí se enterará en primicia de los cambios de banda, del capataz decapitado que hará correr ríos de condolencias y mensajes, de la igualá que esperan como agua de mayo los incondicionales de la coreografía y hasta, si queda tiempo, de los cultos que se ofrendan a Dios y a la Virgen María representados en las imágenes sagradas. Incluso hay cofradías que se atreven con la formación y con los comentarios diarios del Evangelio, con, cosas de la vida, menos éxito de tuits que el contrato de una banda en un pueblo nunca nombrado.

Casi sin notarlo, en pocos años se ha pasado del telefonazo y del miedo al hablar a todo un fiestón de luz y taquígrafos, de decisiones de cabildos de gobierno a horas intempestivas y de fotos preciosas en las que se van descontando días hasta Semana Santa, para que nadie se olvide de cuál es la obsesión cierta. Y sin embargo, quizá en esta dinámica de comunicación compulsiva, en estos tiempos en que la trascendencia ha dejado de ser una enfermedad peligrosa para ser una colega con la que tomar medios en la taberna, a lo mejor tampoco hay tantos cambios. La supuesta noticia va de retuit en retuit y se evalúa con la lógica pastelosa y compulsiva de los «likes» de Facebook, pero la verdad, que es cosa distinta, se sigue contando en corrillos y mentideros, se deforma de teléfono en teléfono, y cuando alguien quiere darse cuenta de que se ha desmadrado hace mucho rato que es tan difícil de arreglar como la famosa historia de la gallina cuyas plumas el viento ya repartió por todo el pueblo. No se sabe si es torpeza, ligereza, incapacidad o el piadoso manto de silencio del que hablaba Umberto Eco, pero el miedo a la trascendencia no ha hecho más que enmascararse.

Semana Santa
Luis Miranda el

Entradas más recientes