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El mundo desde Irán

El mundo desde Irán
Jorge Cachinero el

 

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

Para Irán, Estados Unidos (EE.UU.) desarrolla un “papel destructor” en el mundo y el presidente Trump es su perfecta encarnación.

Simultáneamente, Irán otorga a su vecina Rusia un rol constructivo en el Próximo Oriente. Ambas están actuando en sintonía en la lucha contra Daesh en Siria y han anunciado su derrota e Irán copatrocina, junto a Rusia y a Turquía, el proceso de Astaná, lanzado en enero de 2017, para consolidar la paz y para organizar el futuro de Siria tras la derrota de Daesh, incluyendo negociaciones con los grupos políticos para redactar una ley electoral, para celebrar elecciones, para elaborar una nueva Constitución y para tomar una decisión sobre el futuro del presidente Assad.

Arabia Saudí e Israel son un capítulo aparte para Irán, dado que la primera reconoce la existencia de asuntos de interés común y de cooperación con la segunda. Irán tiene en Arabia Saudí, por una parte, a su gran competidor regional e Israel es, por otra parte, un enemigo al que muchos de sus dirigentes llaman, repetida y públicamente, a destruir. Irán, a pesar de lo anterior, cree que la cercanía entre Arabia Saudí e Israel surge de la amenaza falsa y artificial que ambos perciben de lo que Irán representa para sus respectivas naciones. De ahí que Irán esté convencida de que Arabia Saudí e Israel andan empujándose mutuamente para ver quién da el primer paso para atacarla.

Irán, sin embargo, no cree posible que Israel intervenga militarmente en el Líbano contra Hizbollah dado el cambio de fuerzas regionales experimentado después de la guerra de 2006 y de las lecciones extraídas por Israel de ésta, como quedaron reflejadas en el informe preparado en Israel por la llamada Comisión Winograd en 2008. Para Irán, este informe fue el reconocimiento israelí de su primera derrota militar y no cree que Israel pueda ejecutar con éxito una campaña militar para presentarse en Beirut en cuestión de horas, como era capaz de hacer antes de la guerra de 2006.

Irán piensa, por otro lado, que Arabia Saudí ha fracasado estrepitosamente en el empeño de proyectar su influencia en la región -en Yemen, en Qatar y en Irak-, bien por la fuerza o bien por medios diplomáticos.

En Yemen, Arabia Saudí entró para llevar a cabo una operación militar -que, inicialmente, iba a durar uno o dos meses-, que acaba de cumplir su tercer año.

Qatar fue bloqueado por Arabia Saudí, en coordinación con otros países árabes, y se le presentó, en junio de 2017, un ultimátum de trece condiciones a cumplir en dos semanas. Hoy, ni se ha resuelto el conflicto, ni se han cumplido dichas condiciones.

En Irak, Irán acusa a Arabia Saudí de haber financiado, sin éxito, al terrorismo.

Adicionalmente, Irán ha expresado su oposición a la independencia del Kurdistán, aunque apoya el reconocimiento de los derechos de los kurdos en Irak, como en Irán.

Irán tiene abiertos dos asuntos críticos de alcance global tras la elección de Trump.

En primer lugar, el futuro del acuerdo, Joint Comprehensive Plan of Action Regarding the Islamic Republic of Iran’s Nuclear Program (JCPOA), cerrado en julio de 2015, entre Irán y el llamado grupo P5+1 -es decir, los cinco países miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (China, EE.UU., Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) y la Unión Europea (UE)-, para limitar el programa nuclear iraní ya que ha sido puesto en cuestión por el presidente Trump, quien ha anunciado, repetidamente, su intención de no validarlo este 12 de mayo.

EE.UU. no es un socio confiable para Irán y este anuncio del presidente Trump refuerza en Irán la idea de que, si se cumpliera este aviso, sería imposible, en el futuro, creer que EE.UU. vaya a respetar cualquier otro acuerdo del que Irán fuera firmante.

Por razones similares, Corea del Norte observa con mucho interés y espera la decisión de Trump.

Para prevenir la eventualidad de la revocación de ese acuerdo, Irán ha estado haciendo un gran esfuerzo diplomático ante los grandes países de la UE y ante ésta misma, signatarios de aquel pacto, para que lo defiendan con todas sus energías ante EE.UU., como éstos, de hecho, han estado haciendo durante las últimas semanas. De forma concreta y específica, Irán ha informado a estos países y a la UE de que su comportamiento en relación con el futuro del acuerdo nuclear será el factor decisivo para que Irán los juzgue y determine su comportamiento hacia todos ellos en el futuro. No es un presagio tranquilizador.

En segundo lugar, Irán no quiere renunciar a su programa de desarrollo de misiles, que define como “defensivo y regionalmente disuasorio”. El aprendizaje de Irán, después de la invasión de su territorio por parte de Irak y de las sucesivas guerras que ambos mantuvieron desde 1980 a 1988, fue darse cuenta de que, jamás, ningún país del mundo le vendería misiles. Por ello, decidió desarrollar su propio programa.

Al final, la política exterior de Irán gira en torno a la rivalidad regional con Arabia Saudí. Irán cree que Arabia Saudí ha iniciado una deriva de alteración de la seguridad energética en la zona, de expansión militar agresiva en el exterior -Yemen, Qatar- y de amenazas de llevar la guerra dentro del propio territorio de Irán como reacción a los problemas políticos internos en su país -la agenda de reformas internas puesta en marcha por el nuevo heredero saudí no está cumpliéndose, según los iraníes- de los que pretende desviar la atención doméstica y la internacional.

En definitiva, Irán observa con animosidad lo que considera que son los repetidos esfuerzos de Arabia Saudí por buscar un papel hegemónico en el Próximo Oriente.

En torno a esta rivalidad se jugará el futuro de la región en los próximos años.

 

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