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Vectores del entorno geoestratégico (I)

Vectores del entorno geoestratégico (I)
Jorge Cachinero el

 

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

El mundo vive un cambio de civilización histórico y cultural, como argumenta, armado de razones, el profesor Emilio Lamo de Espinosa, presidente del Real Instituto Elcano.

Después de 300 años en los que las dos grandes potencias de origen anglosajón, los Estados Unidos (EE.UU.) y el Reino Unido, han estado proyectándose al mundo, ambos han comenzado, recientemente, a protegerse de la proyección del mundo hacia ellos.

El mundo post-europeo transita hacia el mundo post-occidental y la hegemonía universal que los EE.UU. disfrutaron y ejercieron desde, aproximadamente, 1872 -siendo la Guerra de Cuba en 1898 uno de los primeros avisos de su surgimiento como potencia global- hasta 2014 empieza a dar paso a una nueva era en la que China parece estar llamada a convertirse -sin duda, en lo económico, en primer lugar- en el nuevo hegemon mundial.

Es deseable que ese tránsito entre liderazgos se realice sin que ninguna de esas grandes potencias caiga en la trampa de Tucídides y, por lo tanto, de forma pacífica.

Las explicaciones de este cambio que está en marcha son demográficas y tecnológicas.

Por un lado, Europa, que, en la actualidad, representa el 20% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, es un territorio ocupado por sólo el 7% de la población que habita el planeta.

Históricamente, las naciones que han terminado por convertirse en grandes potencias lo han hecho transitando, sucesiva y naturalmente, desde el poder demográfico al poder económico, de ahí al poder político y, finalmente, al poder militar.

Simultáneamente, Occidente está perdiendo su ventaja competitiva en torno al desarrollo, el control y la comercialización de la tecnología ya que ésta se está difundiendo desde Occidente al resto del mundo a gran velocidad.

En el caso de China -pasadas las fases de trasvase masivo de la población rural a las ciudades, en primer lugar, y de acumulación de commodities para abastecer y poder hacer posible esa transformación sociodemográfica, en segundo lugar-, ésta ya ha expresado abiertamente, en su estrategia China 2025, su determinación para adquirir y para convertirse en el líder mundial en 10 sectores tecnológicos identificados -control y gestión de datos, inteligencia artificial y robótica, automatización de la producción y robots industriales o machine learning y vehículos autónomos, sólo por citar algunas de ellas-, como detalla el profesor Enrique Dans, de IE Business School, en su “China es el próximo líder mundial”.

Occidente es el territorio que más está sufriendo con este trasvase del liderazgos demográfico, económico, tecnológico, político y, eventualmente, militar.

Este desgarro, contradictoriamente, se está produciendo en el mejor momento, de acuerdo con todos los índices internacionales, del ser humano sobre el planeta en cuanto a la extensión de su expectativa de vida -algunos dan muy poco tiempo para la superación generalizada de la barrera de los 100 años-, al descenso de la mortalidad infantil, a la reducción de la pobreza, con la excepción del ligero repunte de 2017, al incremento de la alfabetización, al aumento de los niveles de vida, etc.

A pesar de la evolución positiva de todos estos factores, en Occidente se vive con dramatismo el proceso de deslocalización del trabajo, las consecuencias para la economía y para el empleo del surgimiento de nuevos modelos de negocio en el siglo XXI apalancados en torno a plataformas tecnológicas o de la apertura de las fronteras hacia la migración masiva.

Todo ello está generando una tensión entre los vectores de la multipolaridad y de la globalización, por un lado, y del retorno al proteccionismo y a la xenofobia, por otro.

Sin duda, la ruptura del contrato social surgido en Occidente después de la II Guerra Mundial -trabajo de por vida a cambio de educación, de esfuerzo y de lealtad- está en el trasfondo de la desaparición de la confianza de amplias capas de la población hacia los liderazgos tradicionales en esas sociedades, ya sean políticos, corporativos o financieros.

El futuro que se ofrece a las nuevas generaciones ya no es de progreso sostenido y constante y, de acuerdo a muchas de las encuestas realizadas por Pew Research Centre, en Occidente, los ciudadanos empiezan a vislumbrar la posibilidad real de que las próximas generaciones no vivan mejor de lo que lo han hecho ellos.

Esta presión está encontrando como válvula de escape las reacciones políticas de sectores de población que, aún a costa de hacerse daño a sí mismos, prefieren votar por opciones populistas, ya sean el presidente Trump en EE.UU., la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), la entrada de la extrema derecha en el parlamento federal de Alemania o en el gobierno de Austria, la apuesta por gobernantes dudosamente democráticos en Polonia o en Hungría o la locura supremacista e identitaria en Cataluña.

El mundo parece haber abandonado la Era de la Razón y se adentra en la Era de la Idiotez -en apropiación del título de “The Age of Idiocy”, de M.G. Piety, profesora de Drexel University, en la revista estadounidense counterpunch, en la que ésta desarrollaba este concepto en relación con el abuso de la investigación científica empírica- en el momento en que la humanidad disfruta de los máximos niveles, hasta ahora conocidos, de desarrollo y de transmisión del conocimiento y de la tecnología.

 

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