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Israel en el Mediterráneo oriental: un mar de gas disputado

Israel en el Mediterráneo oriental: un mar de gas disputado
Jorge Cachinero el

 

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

 

En el Mediterráneo oriental se han producido un gran número de hallazgos energéticos significativos desde el final del siglo XIX. Los expertos creen que esta tendencia no va a ralentizarse durante el siglo XXI sino, más bien, lo contrario, dado que existen, en la actualidad, grandes expectativas de descubrimientos futuros.

 

Si éstas se fueran materializando, las implicaciones para la zona serían inmensas.

 

Por una parte, el continente europeo podría tener acceso directo y competitivo, en términos de costes, a nuevas fuentes energéticas, que podrían ayudarle a diversificar su matriz de suministro, tanto por el tipo de recursos como por el origen geográfico de los mismos.

 

Además, obviamente, las dos riberas del este del Mediterráneo podrían beneficiarse de un ciclo de desarrollo económico acelerado y sostenible, si los beneficios de esos hallazgos fueran gestionados virtuosamente.

 

Por último, dada las características de esa región, de ese proceso podrían derivarse bien efectos benéficos para la estabilidad político-militar de toda la zona o bien , por el contrario, efectos perversos que agravaran la inestabilidad y el desequilibrio ya existentes.

 

Para Israel, en concreto, las barreras para la materialización de todo el potencial que estas expectativas están generando son más de política interna que, regional.

 

La realidad es que Israel es una “isla energética”, como la califican los expertos, en una región con multitud de países exportadores de energía.

 

Israel ha sido un país deficitario y dependiente energéticamente -en este último caso, de carbón, sobre todo- y el debate sobre la energía y sus fuentes de suministro ha sido habitualmente abordado internamente desde un punto de vista geopolítico y estratégico y enmarcado, indefectiblemente, dentro del conflicto del Próximo Oriente.

 

Así, la desconfianza entre vecinos ha provocado que la energía haya sido siempre en Israel un reto de seguridad antes que un asunto de política económica.

 

Con todo, el descubrimiento en el año 1999 de gas natural en el Mediterráneo oriental está transformando Israel.

 

Hasta ese momento, el gas natural apenas había sido utilizado en Israel como fuente de energía, por mucho que se hubieran producido hallazgos en el desierto de Judea, en el Sinaí, en la zona septentrional del Mar Muerto o en los Altos del Golán o que se hubiera importado desde Irán durante el régimen del Shah.

 

A partir de aquel año, Israel ha encontrado once campos de gas natural dentro de sus aguas territoriales. Tres campos –Noa, Noa North, descubiertos en 1999 y en 2000, respectivamente, y Mary, descubierto en 2000- estuvieron en uso desde 2004 y ya están agotados. Dos campos –Tamar y Tamar South West, descubiertos ambos en 2009- están en activo y conectados. Mientras que los restantes seis campos – Dalit 1, descubierto en 2009, Leviathan, en 2010, Dolphin, en 2011, Tanin 1 y Shimson, en 2012, y Karish 1, en 2013- no están en uso todavía.

 

De forma agregada, se estima que esos descubrimientos representan un volumen de unos 887 de BCMs (billion cubic metres, por su unidad estándar de medida en inglés).

 

En 2002, Israel se dotó de una Ley del Mercado del Gas Natural mientras que, en paralelo, entre 2008 y 2012, funcionó un acuerdo sobre gas natural con Egipto, de quien Israel se suministraba.

 

Durante las dos últimas décadas, el gas natural ha equilibrado la dependencia energética de Israel hacia el carbón de tal forma que, en 2014, aunque éste sigue siendo la mitad de la producción de electricidad para el país, aquél representa ya el 49% de dicha matriz de suministro. El 1% restante tiene su origen en una energía solar, cuya demanda está creciendo muy rápidamente.

 

La realidad es que Israel tiene todavía sin resolver dilemas fundamentales en relación con el potencial futuro de desarrollo de la producción de gas natural.

 

Internamente, por un lado, este mercado necesita ser ordenado y regulado con certidumbre jurídica suficiente y de modo que las reglas elementales sobre la propiedad de los campos o el uso posterior de los ingresos y de las regalías obtenidas por su explotación estén claras.

 

Todos los intentos de organizar la política fiscal -tributos, impuestos sobre beneficios o depreciación de activos-, el suministro doméstico, la independencia energética del país frente a la competencia regional de terceros -Chipre, por ejemplo- o la liberación de este nuevo sector de actividad se han saldado con polémicas políticas agrias, con acusaciones de favoritismo o de corrupción e, incluso, con manifestaciones populares.

 

Externamente, por otra parte, queda por dilucidar si el comercio del gas natural entre Israel y sus vecinos -sólo un cuarto del producido mundialmente se exporta y, normalmente, se hace entre jugadores regionales y a través de gaseoductos- traerá más cooperación o más conflicto en la zona. ¿Será el gas natural en el Mediterráneo oriental una oportunidad para acercar la paz o un motivo para profundizar la guerra?

 

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