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Nuevo entorno operativo para las empresas en Latinoamérica

Nuevo entorno operativo para las empresas en Latinoamérica
Jorge Cachinero el

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

Los problemas presentes de Latinoamérica no son, fundamentalmente, económicos y regionales sino, más bien, políticos y nacionales.

A pesar de los retos económicos indudables -tras el de los precios de los commodities en 2014 y de dos años seguidos de recesión (2015 y 2016)-, los shocks políticos y el surgimiento de nuevos actores y de nuevas tendencias en la Región deberían ser los que más tiempo consumieran de los máximos directivos de las empresas que operan en ella.

Por una parte, a lo largo de Latinoamérica se está extendiendo, como ocurre en el resto de las regiones del mundo, el virus de la desconfianza de los ciudadanos hacia sus liderazgos tradicionales, ya sean corporativos, financieros o, también, políticos. En el informe de Latinobarómetro del año 2015 –“ La confianza en Latinoamérica, 1995-2015. 20 años de opinión pública latinoamericana”- ya se puso de manifiesto que América Latina es la región más desconfiada del mundo.

Allí se recogía, en efecto, que sólo un 17% de los latinoamericanos encuestados por Latinobarómetro afirmaba que se podía confiar en un tercero.

Sin embargo, la desconfianza en la Región no se limita a las relaciones personales.

La estructura de confianzas pone al final de la lista las instituciones de la democracia. Con la excepción de Uruguay, ningún país de la región ha logrado abandonar la desconfianza hacia éstas.

La desconfianza es producto, entre otras muchas razones, de las desigualdades que la democracia no ha desmantelado.

Esta expectativa incumplida -la reducción de la desigualdad- es la que pesa hoy sobre la democracia en muchas jurisdicciones de América Latina. Sin resolver este problema, a pesar de los progresos de los últimos años, será difícil revertir esta desconfianza.

Además, intelectuales y centros de conocimiento tradicionales han perdido su rol como referentes de las sociedades en la Región.

En este rubro, como en el resto del mundo, ambos están siendo reemplazados en ese papel doble de inteligencia colectiva avanzada sobre el mundo por venir, por una parte, y de guías sobre cómo afrontarlo, por otra parte, por escuelas de negocio, por think-tanks o por foros de expertos que surgen y desaparecen dependiendo de las necesidades de cada momento.

Deben destacarse, adicionalmente, tres fenómenos novedosos que se están produciendo en Latinoamérica: existe ahora justicia independiente -Guatemala, 2015, o Brasil, desde 2016, son testimonio de este hecho-, la institución militar en Latinoamérica permanece silente y China ha irrumpido y va a convertirse, de forma imparable, en el principal socio inversor, comercial y empresarial de los grandes mercados del continente.

El gran riesgo, en cambio, para el desarrollo futuro de Latinoamérica -que, a su vez, debería estar marcado como el riesgo reputacional más crítico de las compañías que operan ese continente- es el de la corrupción

El caso Odebrecht -y otros, como Petrobras u OHL México- ha “privatizado” y ha hecho pública la extensión de la corrupción del sector privado en Latinoamérica y la profundidad de la colusión ilícita de intereses entre los formuladores de políticas públicas, al más alto nivel, y las compañías privadas.

La corrupción está generando problemas agudos en la relación de las compañías con los reguladores y, de forma más profunda, en el proceso de su integración natural en las sociedades en las que están presentes.

Este es un peligro presente y claro para las grandes empresas españolas porque suelen operar en Latinoamérica en sectores altamente regulados y de provisión de bienes públicos y en los que las relaciones con sus stakeholders críticos es decisiva.

Los máximos responsables de esas compañías deberían arrojar una mirada limpia a sus mapas de stakeholders críticos y apostar por convertirse, con naturalidad, en participantes asiduos y leales de organizaciones e instituciones -escuelas de negocio, think-tanks, foros científicos y tecnológicos- donde el futuro de la Región y de sus políticas públicas se están discutiendo y se están decidiendo en estos momentos.>

Se hace urgente para las compañías abandonar, por un lado, los modelos de relaciones públicas o de comunicación imperantes porque no sólo no agregan valor -más bien, lo destruyen-, sino que provocan riesgos inasumibles y desterrar, por otro lado, el modelo de relaciones institucionales basado en el principio de “friends in high places”.

Ambos modelos sólo generan externalidades negativas para las compañías y para los mercados y debilitan la institucionalidad regional. Al final, acaban avivando el crecimiento de la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones y hacia sus líderes.

En este nuevo entorno operativo, el riesgo más grande para las compañías es el de perder la licencia social para operar en los mercados de Latinoamérica.

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