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El presidente Trump, la Unión Europea y Latinoamérica

El presidente Trump, la Unión Europea y Latinoamérica
Jorge Cachinero el

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

 

Las declaraciones de Donald Trump sobre Latinoamérica son de trazo grueso.

 

Si tomáramos esas declaraciones por su valor nominal, su visión sobre Latinoamérica sería una combinación explosiva de condescendencia, de demagogia y de racismo.

 

En primer lugar, Trump intenta situar, irresponsable y ofensivamente, a México y a los mexicanos en el imaginario colectivo de los ciudadanos estadounidenses como parte central de sus problemas, reales o inventados.

 

Parece ocioso y, en ocasiones, desgraciadamente, estéril recordar lo evidente.

 

México es el tercer socio comercial de los EE.UU., después de China y de Canadá, las inversiones extranjeras directas desde los EE.UU. a México son más voluminosas que las dirigidas a todo el resto de Latinoamérica, el comercio entre los EE.UU. y México, dentro del marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, como es conocido en aquella región, por sus siglas en inglés), es, en su conjunto, de $580 billones anuales y la cadena de valor de México está integrada en un 80% en la de su vecino del norte como la de los EE.UU. está muy bien integrada en la de su vecino del sur.

 

Es falsa la percepción de que México sólo sea territorio de maquila y de ensamblaje de productos comercializados en los EE.UU., cuando la realidad es que el tránsito de norte a sur y de sur a norte, Canadá incluida, es múltiple y constante entre las cadenas de suministro, perfectamente integradas, de los tres países de Norteamérica.

 

Sin duda, la situación política en los Estados Unidos se ha tornado “peligrosa” para México porque, por primera vez, Trump ha logrado que el asunto de la migración, con tintes, además, muy populistas, esté en lo más alto de la agenda entre los dos países.

 

Hasta ahora, es decir, antes de que Trump formulara su idea de construir un muro que selle la frontera de los Estados Unidos y de México, los primeros dedican $30 billones anuales para gestionar, encauzar y controlar la migración desde su frontera meridional, mientras que el volumen de remesas de mexicanos habitando en los EE.UU. hacia su país de origen equivale a $23 billones cada año.

 

El presidente Trump ya ha puesto en su punto de mira a estas últimas, a la vista de los obstáculos que el Appropiations Committee del senado estadounidense ha anticipado que le pondría a una asignación de recursos de la magnitud necesaria para financiar ese muro, y podrían ser una vía, por medio de la fijación de impuestos adicionales, de financiación indirecta del mismo.

 

Como telón de fondo, en México no se olvida el fracaso empresarial de Trump en la Baja California de la mano de un empresario local.

 

Si el proyecto del muro saliera adelante, el impacto para toda Latinoamérica sería enorme. Aunque sólo fuera, por identificar un flanco positivo a esa idea, porque, quizás, obligaría a México a mirar más hacia el sur del continente.

 

Este problema sobrevenido no ayuda, sin duda, a un México, cuyos tres retos prioritarios son la inequidad, la injusticia y la impunidad, que aguarda impaciente el final del sexenio del presidente Peña Nieto -con las tasas más bajas de popularidad de la historia reciente del país: 20/24%-, y que ve cómo se abre la expectativa de una victoria electoral del populismo a través de Andrés Manuel López-Obrador (AMLO), cabalgando sobre su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), en su tercer intento de convertirse presidente de México, después de haber visitado personalmente la casi totalidad de los 2,500 municipios del país y haber apelado a los sectores más humildes de la nación.

 

En segundo lugar, los primeros signos y las primeras declaraciones del gobierno de Trump sobre cómo va a gestionar las situaciones difíciles y complejas, aunque distintas, de Cuba y de Venezuela pueden alimentar el populismo en Latinoamérica por la vía del resurgimiento de un nuevo antiamericanismo infantil del que se podría beneficiar el bolivarismo, de cualquier tipo o forma, en la Región.

 

Trump ha demostrado, una vez más, que “los símbolos son importantes” para que los populistas hagan política y movilicen a sus electorados.

 

Es tiempo para imaginar liderazgos alternativos y virtuosos dentro de y en torno a Latinoamérica que puedan contraponerse a la irracionalidad emotiva del populismo.

 

Especialmente, una vez que la situación política en los EE.UU. “abre espacios para el liderazgo de la Unión Europea (UE) en Latinoamérica sobre la base de principios y de valores”, como argumentan líderes de esta región.

 

La duda que planea sobre estas oportunidades para la UE es si ésta tiene fuerza para ejercer ese liderazgo en Latinoamérica, a la vista de los retos a los que tiene que hacer frente provenientes de sus propios populismos, o si, por el contrario, aquéllas son sólo una ilusión que no van más allá de los buenos deseos.

 

Si la UE no fuera capaz de ejercer ese liderazgo y ocupar el espacio que parece que van a dejar libre los EE.UU. en Latinoamérica, otros, sin duda, vendrán a ocuparlo.

 

Por ejemplo, China, como ya está haciendo en África y como lleva tiempo haciendo en Latinoamérica.

 

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