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Riesgo de confrontación nuclear

Riesgo de confrontación nuclear
Jorge Cachinero el

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

 

Afirmar que el mundo vive un período de turbulencias y de incertidumbres desconocido, probablemente, desde el final de la II Guerra Mundial es el sobrentendido del año.

 

La última edición de la Cumbre Anual de Seguridad de Múnich (MSC, por sus siglas en inglés) -una de las más prestigiosas, si no, la más, de las que, con este contenido, se convocan en el mundo y cuya primera edición tuvo lugar en 1963-, celebrada entre los pasados 13 y 17 de febrero, fue testamento de este estado de opinión entre los cientos de líderes mundiales que allí se congregaron.

 

El ambiente de aquella reunión sólo podría resumirse como “pesado”.

 

Además, este estado mental en el que se encuentra el liderazgo de las grandes potencias del mundo es el anticipo para la decimosegunda cumbre del G20 -el foro en el que se congregan, desde 1999, los gobiernos y los gobernadores de los bancos centrales de las veinte más grandes economías del mundo-, que tendrá lugar el 7 y el 8 de julio próximos, también, en Alemania, aunque, en esa ocasión, en Hamburgo, y sobre la que ya sobrevuelan los nubarrones formados tras los cambios que se están produciendo en los Estados Unidos (EE.UU.) de América.

 

Por si no fuera suficientemente desconcertante todo esto, la conversación sobre lo nuclear emerge entre los dirigentes políticos de las grandes potencias mundiales sin que se pueda precisar exactamente por qué, de qué forma y por qué ahora.

 

Lo preocupante es que se oiga mencionar el “asunto nuclear” como “central” a la política internacional de los próximos años o que se racionalice el porqué el mundo puede estar viviendo un “riesgo de escalamiento nuclear” serio.

 

Los pesimistas, o los realistas, como se prefiera, tienen argumentos para su inquietud.

 

La transición en el gobierno de los EE.UU. desde la presidencia Obama a la presidencia Trump no parece estar finalizada dos meses después de realizarse el traspaso de poder: ni en lo que se refiere a la formación de los equipos de liderazgo de los departamentos más importantes de dicho gobierno, ni en lo que se refiere a la decisión sobre las políticas que se van a seguir desde el gobierno.

 

Es difícil dilucidar, por tanto, si todavía nos encontramos en la fase natural de adaptación del nuevo presidente y de su gobierno a los usos, a las costumbres, a los procesos y a los procedimientos consustanciales al ejercicio del poder en el país, todavía, más poderoso del mundo.

 

O si, en realidad, por el contrario, lo que estamos presenciando es una pugna, saludable, democráticamente hablando, por otra parte, entre las fuerzas que proveen de checks and balances y ejercen de contrapoder y que tan característicos son del sistema político estadounidense.

 

¿Se dejará el presidente Trump poner la camisa de fuerza, parcial o totalmente, por esos controles y equilibrios del sistema o seguirá intentando llevar adelante, de forma literal, sus innumerables promesas electorales y tuiteras?

 

Lo que sí parece ser cierto es que el equipo que rodea al presidente Trump en la Casa Blanca está haciendo un esfuerzo consciente de concentración del proceso de toma de decisiones -más allá de lo esperado, obviamente, en un régimen presidencialista como es el estadounidense- para que lo personal y familiar y lo ideológico pesen más que el propio y natural equilibrio de poderes en el funcionamiento de la estructura de gobierno y de sus diversos departamentos.

 

Sorprendió, por supuesto, en referencia a lo nuclear, que el órgano asesor por excelencia de los presidentes de los EE.UU. en asuntos de seguridad -el National Security Council (NSC)- se rediseñara, desde muy pronto, para dejar fuera del mismo a los representantes del departamento de defensa o del Joint Chiefs of Staff, es decir, de la cadena de mano de la institución militar del país, quienes siempre había tenido su sitio y habían expresado sus opiniones en las reuniones del mencionado NSC.

 

Sin embargo, ahora, sí forma parte de este órgano, crucial para la definición de la política de seguridad de los EE.UU., Steve Bannon, es decir, el estratega jefe del presidente y el máximo representante de lo ideológico en su entorno más cercano.

 

Además, el vicepresidente del país, Mike Pence hizo una intervención muy dura y muy militarista durante el MSC anteriormente mencionado y en las últimas semanas hemos sido testigos de la promesa de traslado o del traslado y de la ubicación de ojivas nucleares y de sistemas de protección anti misiles nucleares, respectivamente, a Corea del Sur y a Japón, mientras el régimen de Corea del Norte prosigue con sus pruebas provocativas de lanzamientos de misiles.

 

Finalmente, los servicios de inteligencia de los principales países de Occidente comparan notas sobre si los movimientos de unidades militares rusas desde el este de su país hacia su frontera occidental se están haciendo o no con armamento nuclear.

 

Mientras, el simbólico Doomsday Clock, ideado en 1947 por el Bulletin of Atomic Scientists, se encuentra sólo a “dos minutos y medio de la medianoche nuclear”.

 

Ésta que no fue una preocupación seria de los dirigentes mundiales durante la última década, sí lo está siendo desde hace semanas.

 

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