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Brexit y negocios: El Regreso del Regulador

Brexit y negocios: El Regreso del Regulador
Jorge Cachinero el

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

 

El Regreso del Regulador. Esta sonora aliteración no es el título de la próxima entrega de la saga de “Star Wars”.

 

Es, en cambio, la mejor descripción que se le puede dar al entorno operativo de los negocios tras la salida de “La Gran Recesión”.

 

La era de la desregulación de los mercados, especialmente, de los financieros, que se inició en la década de los 70 del siglo pasado, está en el origen, si no fue la responsable directa, de las malas prácticas llevadas a cabo en determinadas industrias y, muy llamativamente, en la financiera.

 

La crisis financiera de 2008 tuvo lugar y se extendió en todo el mundo desarrollado como efecto combinado de la crisis de las hipotecas subprime o basura, la burbuja inmobiliaria que éstas crearon, la crisis del mercado interbancario y, en definitiva, por la desregulación acometida veinticinco o treinta años antes.

 

Las consecuencias de ese aprendizaje colectivo las estamos experimentado, desde 2012, a través de una voluntad creciente de los reguladores de todos aquellos países que sufrieron los efectos de “La Gran Recesión” por incrementar los controles, la fiscalización, la normativa y las exigencias sobre las industrias, en general, y sobre el sector financiero, en particular.

 

Además, de acuerdo con la investigación del Profesor Brandon L. Garett, Justice Thurgood Marshall Distinguished Professor of Law, University of Virginia Law School, reproducida por The Economist, ese regreso del regulador no sólo se ha producido por vía de la aprobación de nuevas normas o por vía del incremento de los controles de las industrias en el mercado sino, además, por el pago de multas y por acuerdos judiciales o extra judiciales, con sentencias condenatorias o sin ellas.

 

La lista de casos que ha identificado el Profesor Brandon cubre un amplio espectro de malas prácticas o de, abiertamente, crímenes como las conductas colusorias y anti competitivas, el incumplimiento del sacrosanto principio del secreto bancario, el fraude, la corrupción, los delitos contra el medioambiente, las actividades de exportación o importación inapropiadas o los fraudes con valores y títulos cotizados en los mercados.

 

Esta lista es una fotografía de una época, que, por sí misma, es prueba de cargo de una forma de conducir los negocios.

 

Según los datos del Profesor Brandon, sólo en los EE.UU., entre 2007 y 2014, las compañías involucradas en acuerdos judiciales o extrajudiciales, condenadas o sin condena, con el regulador por las prácticas mencionadas anteriormente se han visto obligadas a pagar una media de $30Bn por año.

 

Habrá que seguir muy atentamente lo que pueda ocurrir en los EE.UU., después de que su nuevo presidente haya ordenado la revisión de la Wall Street Reform and Consumer Protection Act Dodd-Frank -por sus proponentes, el congresista Barney Frank y el senador Chris Dodd- de 2010, que buscaba aumentar la transparencia y la rendición de cuentas del sector financiero de los Estados Unidos después de 2008. 

 

Simultáneamente, los votantes que apoyaron la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), el llamado Brexit, para, entre otras cosas, librase del yugo regulador de las instituciones europeas, tendrán que empezar a aceptar la realidad de que esa opción será, justamente, lo contrario de lo que soñaban y, muy posiblemente, en su propio perjuicio.

 

En palabras de Karel Lannoo, Chief Executive del Centre European Policy Studies (CEPS) –think-tank con base en Bruselas-, “(c)ars will be more expensive, and the City of London will lose”.

 

Si la City de Londres, que representa más del 8% del Producto Interior Bruto (PIB) del Reino Unido, pierde, el Reino Unido y los británicos perderán.

 

Por otra parte, el impacto del Brexit sobre las empresas tendrá que ver con el incremento de sus costes de transacción y con sus externalidades negativas.

 

Esos costes y esas externalidades se derivarán de una madeja reguladora muy compleja de desentrañar desde el mismo instante en que el Reino Unido, y las empresas que desde allí operan, vean cómo su marco regulador empiece a divergir del de la UE.

 

Una vez que se pierda la órbita de la UE, la distancia en el marco regulador se irá haciendo progresiva y aceleradamente inabarcable.

 

Estos son los argumentos de David Wright, socio de Flint Global, firma de business advisory, en su “Get ready for a very messy break-up”.

 

Planificar la fabricación de coches o la prestación de servicios financieros de acuerdo con dos libros distintos de estándares y de regulaciones, para el Reino Unido y para la UE, se hará difícil de sostener porque no tiene el más mínimo sentido desde el punto de vista de cualquier cuenta de resultados. Lo mismo aplicaría a las estrategias de acceso a mercados sometidos a regímenes aduaneros distintos.

 

Por no hablar del restablecimiento de una frontera, con todas las consecuencias, entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

 

 

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