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Anna Gabriel

Anna Gabriel
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El día en que se declaró (al parecer, falsamente) la independencia de la república catalana, me llamó la atención el semblante de Anna Gabriel a la hora de votar. Mientras los rostros de los demás se debatían, demudados, entre la responsabilidad histórica y el canguelo, Anna Gabriel parecía pletórica. Estaba contenta, le brillaban los ojos. Tanto le brillaban que estaba guapa, realmente guapa. Yo venia notándolo. A cada “día histórico”, Anna Gabriel me iba pareciendo más hermosa. Esto se lo comenté a personas conocidas, que me respondieron con incredulidad y también con algo de desesperanzada reprobación.

Entre la reacción españolista de esos días hubo comentarios muy feos sobre la belleza de las mujeres de la CUP. A mucha gente le indignaban esos comentarios por machistas. A mí me extrañaban por lo que tenían de propaganda y error. Yo estaba viendo cosas en la CUP. Avances muy serios.
Cierto es que el episodio del sobaco no ayudó. Extendió una idea a la que se rindió el columnismo más obvio y nacionalburgués.
Pero en esa búsqueda axilar había algo francés y elemental, algo sudoríparo de mujer limpia pero viva.
En la apreciación de las mujeres (y también de los hombres) de la CUP pesó mucho el prejuicio ideológico.
La realidad es que el “procés” fue acabando con casi todos, ajando la belleza natural de Carme Forcadell, mientras que Anna Gabriel parecía exultante, revitalizada. Su paso hacia el estrado el día decisivo fue inolvidable, y si hubiera tenido que realizar una crónica del acto no lo habría dejado pasar. Anna Gabriel estaba pletórica en la declaración de independencia. Nada de temor, nada de nerviosismo. Como si tuviera una seguridad íntima en lo que estaba haciendo. Entonces lo interpreté como temeridad, una romántica temeridad, pero quizás fuera esto último. La seguridad.
Ahora conocemos que aspira a quedarse en Suiza y a retomar la docencia universitaria. Viendo cómo están quedando los implicados, yo creo que es de las que mejor puede acabar. De cupaire perdida en el azar asambleario a profesora en Suiza. Además, ha soltado su pelo, lo ha peinado de otra forma y el resultado es de una belleza evidente, ya no secreta, ya no para observadores muy finos (¿Supo verlo Enric Juliana?).
¡Os mancó finezza a todos!
Yo (con todo el respeto a la labor de la justicia) estoy muy contento porque mis intuiciones se han visto premiadas.
Pla hablaba de las “falsas flacas” y con Anna Gabriel ha podido pasar lo contrario. Había algo robusto y cárnico en ella que engañaba. El día de la DUI (también quizás falsa DUI) ella llevaba un porte altivo, un paso seguro de mujer guapa que cualquiera con sensibilidad tuvo que notar.
A la Anna Gabriel suiza, profesora, políglota, jurista y guapa le dirán ahora unos y otros que no ha tenido coherencia. Que llevó un disfraz. Acusación que no le costará mucho rebatir.

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