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Una polémica

Una polémica
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Leo la contestación de Eduardo Suárez a un artículo de Enric Vila (“Étnico”). Con Vila no suelo estar de acuerdo. Es independentista frenético y yo estoy en contra de la independencia. Sin embargo, al leer su escrito y al leer la celebrada contestación de Suárez (en el irritante formato de hilo) siento que estando en contra de Vila estoy a favor de Vila. Esto es un efecto impresionante que me provoca el piriodismo cosmomadrileño y por el que debo estar agradecido: comprender al otro.
Su artículo me parece valiente, poner eso por escrito en el país del costumbrismo escapista. Es un hombre con una pasión y una ideología contra el Estado, es decir, contra la Ley. Esta es la única verdad del asunto. La ley y el Estado. Es decir, la fuerza.
Lo demás es propaganda y puré ideológico postbélico. ¿No se puede hablar de etnias y de inmigración sin que salga lo de nazi a pasear? Es un tema complejo y delicado, pero no puede convertirse en tabú por los autoproclamados guardianes del espacio público (y auditores de la verdad factual y objetiva, ojo). La inmigración es un motivo para los solos de guitarra del globalismo más fantasioso y desesperante. Falso humanismo, apropiación de la razón, de la diversidad y del sentimiento. ¿Acaso no es verdad la relación entre la inmigración y el control salarial? ¿Acaso no es verdad que se acepta la inmigración hasta un punto en que se ordena el mercado laboral sin desordenar el político? ¿Era culturalmente desinteresada la política demócrata de inmigración? La realidad es que la libertad absoluta del flujo humano es imposible, y que los “dueños” de los lugares lo son de su discurso cultural. No seamos ingenuos. El que nosotros manejamos es el discurso de los propietarios españoles. En Cataluña antes que una batalla entre democracia y neofascismo, como dicen algunos, se libra una guerra cultural. Esa es la verdad. La mayoría del número acabará ganando, pero no por democracia, sino por violencia potencial declarada. Democracia no es puertas abiertas, ni son los referéndum; democracia en todo caso será división de poderes y representación. Fue más democracia Trump que todos ellos: votó la gente y puso al que quiso y para lo que quiso.
El derecho a decidir es la herramienta del nacionalismo catalán, y el patriotismo constitucional y legalista el de quienes defienden el edificio de la nación española, pero no su solar. Están equivocados y se quedan a medias. Quizás ni lo sepan.
Si se fijan, unos y otros se acusan de lo mismo: autoritario, neofascista.
Mi desacuerdo con Vila es profundo, mayor, distinto, y creo que amistosamente irreconciliable. Por eso me parece un error y una simpleza la crítica basada en la caricatura y el tabú. Hay trazas de supremacismo en el independentismo catalán, por supuesto, ¡cómo si no iban a rechazar la nación española de la que forman parte material y a la que detestan!
Pero el desacuerdo puede ser más claro si va precedido de acuerdos previos, de pequeños intentos de comprensión.

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