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En algo tendrán razón

En algo tendrán razón
hughes el

Es difícil de expresar, pero estos días de octubre, con la crisis o el golpe catalán, algo rondaba por la cabeza. Lo hablaba el otro día con un amigo, que no me lo negó. De alguna forma, en el conjunto de argumentos, razones, propaganda, críticas y diagnósticos que aporta el separatismo catalán hay cosas estimables. El objetivo no se puede compartir, y el medio es “golpista”, por supuesto, pero no todo lo que dicen es falso –con haber mucha falsedad– y no todo lo que dices es erróneo. Tampoco el independentismo es homogéneo. La visión que el separatismo tiene de lo que pasa en España, con ser odiosa, movida por un afán destructivo y con un desprecio innegable, tiene también razones que merece la pena tener en cuenta.
El régimen político actual dista mucho de ser perfecto. Su origen es el que es, por mucha glorificación épica que quiera hacer el neosuarismo. La separación de poderes, el régimen de partidos, las élites, los personajes que dominan el panorama mediático (peores que un millón de bots)… eso es real. Incluso se ha percibido una propensión al editorial único. Es como si Barcelona, a la vez, contagiara a Madrid algunos de sus últimos defectos. Por ese AVE que va y viene llega y sale de todo.
Espero que se entienda, pero en algunas cosas que los separatistas dicen es imposible negarles algo de razón.
El 155, por ejemplo, se ha decretado de un modo discrecional y probablemente equivocado. Incluso si ha servido para algo. No lo digo yo, que nada importa, sino algún experto muy notable. Los tribunales dirán, pero su ejecución se está quedando en mucho menos. ¿Es “dar instrucciones” quedarse con un parlamento? Es sólo un ejemplo.
La Generalitat ya estaba intervenida económicamente por Montoro con argumentos basados en la estabilidad presupuestaria. De esto se habló poco. La estabilidad, no lo olvidemos, fue el motivo para una reforma express de la constitución.
La instrumentalización del Constitucional, el tono como bizcochable del Supremo, la extraña naturaleza, bastante excepcional, de la Audiencia Nacional, son otras tantas. Muchas ignoradas por la obligación de “cerrar filas”.
La democracia española no puede ser la de la CUP o la de Podemos. Y para Cataluña tampoco la de Marta Rovira, claro, pero una de las muchas maneras de interpretar lo de este octubre en Cataluña es añadir al “qué malos son los nacionalistas” algo como “algo no funciona del todo bien en la España actual”. Cataluña como síntoma, quiero decir. Una visión que además es plenamente “nacional”, es decir, que se supone que es la natural para quien siente con claridad que Cataluña es parte de un cuerpo más grande. SI algo así pasa en su órgano más importante, ¿cómo pensar que el organismo funciona bien?
En fin, buen domingo.

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