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Literalidad contra Azúa

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Detrás de las acusaciones de machismo y clasismo que está recibiendo Azúa por sus palabras sobre Ada Colau hay dos cosas de fondo en las que no se entra: el intento de obviar lo que denuncia y la intención clara de desacreditar al escritor.
Quién nos iba a decir hace diez años que Azúa sería arrojado a la “caverna”.
Las dos acusaciones son, como siempre, exageradas. Qué, si no clasismo, ha estado haciendo Ada Colau desde el principio. Y lo del machismo, ridículo, es la forma inmediata de aplicación sumaria de las reglas de la corrección política.
El episodio es tremendo por cómo desvela los mecanismos recientes de desacreditación.
La televisión, la rápida la viralidad tuitera, y la invocación de la corrección política como un sistema de etiqueta y exclusión. No por nada, muy rápido se ha traducido la indignación en peticiones para que el escritor sea expulsado de la RAE.
(La petición de firmas es una cosa que empieza a ser curiosa. Mezcla tecnología, democratismo informal y algo muy obsceno y actual: un poco de delación).
La corrección política es un espacio del que se expulsa sumariamente al culpable. Este espacio quiere hacer (y hace) las veces de espacio público. Lo ocupa la mayor parte de las veces.
El instrumento para sancionar es el uso de la literalidad. Y esto pasa en todas las ideologías, y es cada vez más común. La literalidad se obtiene muy fácilmente en la actualidad. Hasta que llegue el pleno dominio de la imagen, las tecnologías son máquinas de literalidad. Lo que se dice o escribe pasa al común liofilizado, prensado y sin contexto. Tendemos a prescindir de lo metafórico, a olvidar todo simbolismo, y, es curioso, porque se produce en plena cultura de la mezcla, del mix, también del link. Las imágenes se alteran, se combinan, se crean collages, ventanas y composiciones maravillosas, pero a lo escrito se le aplica una frialdad fanática en un solo sentido. Introducir la imagen en ello o niveles expresivos heterogéneos no conviene. La falta de humor es, además, completamente sacerdotal.
El caso es que lo literal funciona como el fogonazo de un paparazzi, como un mug shot (el retrato del registro policial), en una exasperación del in fraganti.
Esto pasa continuamente. Pero con Félix de sorprende más. Por ser él, y porque es como ver en directo un intento de ostracismo.
En la “producción de ostracismos” y en la dirección de salida del expulsado se ve, como en la dirección del viento, por dónde soplan los dioses actuales.
Pero la cuestión, creo, no es la ofensa, ni la desafortunada expresión, ni el preciso mecanismo (que se refina mes a mes) sino lo que denuncia Azúa y por lo que le tienen tomada la matrícula.

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