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La politización del barrio

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La noticia de hoy sobre el Mercado de Legazpi tiene importancia. En lugar de un proyecto empresarial, el ayuntamiento parece que va a optar por la cesión de parte del espacio a una asociación, el Espacio Vecinal de Arganzuela. A una asociación o más bien un proyecto impulsado y apoyado por otras asociaciones y colectivos.

Las palabras asociación tiene un gran prestigio. Cuando se leen palabras como asociación, vecino o dotación se piensa en algo intrínsecamente bueno, lo público, lo popular.
La realidad es que todo esto es muy impreciso. Si uno lee el proyecto de Arganzuela, observa que entre las asociaciones de apoyo están la Asamblea Popular del 15M, los “Arganzuela Maquis”, que entre muchos anti se reconocen anticapitaistas; la Asociación Madroll de skaters y patinadores o algo llamado el Grupo de Investigación Transdiciplinar sobre Transiciones Socioecológicas, un nombre fascinante, complejo y sugestivo que se abrevia como GIN TRANS-2, que suena a escabrosa y serpenteante elección de madrugada.

Hay otros, y no se trata de ridiculizar a nadie. Son asociaciones legítimas, supongo que estupendas. Lo que ocurre es que tras lo asociativo aparece la ideología. Estas cesiones no son neutras. No se da al “vecino”, se concede a una forma ideologizada de organización muy vinculada al partido de gobierno. Si esto sucediera al contrario (grupos catequistas, asociaciones religiosas…) se armaría un importante follón.
E cuanto al proyecto, está pensado en dos fases y de primeras aspira a dar continuidad al Centro Social Ocupado La Traba. Aquí hay una novedad, y es la transformación de lo okupa, con k, en lo ocupado. Supongo que tiene que ver con una moderación del ánimo o con una definitiva asimilación.

El colectivo desarrolla actividades como flamenco solidario, rap, deporte. Está muy bien. Pero tiene una ideología marcadísima: anticapitalismo radical. Lo de Traba viene de ahí: de traba al poder empresarial, al capital. De hecho, su ideario es explícitamente contrario a la propiedad privada y entienden lo barrial no como final, no como el lugar donde uno va después de su jornada laboral, donde se vive y pasea, sino como “semilla del cambio social desde abajo”. Es decir, el barrio como primera plataforma de politización.

El proyecto de Arganzuela tiene ya propuestas concretas: un biciparque, un espacio de ensayo para colectivos de folclore bolivarianos y un espacio para las asambleas. Además, locales pequeños para las asociaciones vecinales.
Es decir, que detrás de palabras tan campanudos como dotación, vecino, asociación, espacio público, están cosas como las bicis, el flautismo bolivariano y el establecimiento de huertos.
Pero sobre todo, la cesión de espacios organizativos a asociaciones politizadas, ideológicas, que son savia, esqueleto, nervio y diría que afluentes de un concreto partido. Por no entrar en la gran cuestión de fondo: preferir el difuso hortoasambleismo a la iniciativa empresarial como modo de organización de la sociedad civil.

¿Qué hay, qué habrá, qué usos concretos tendrán esos misteriosos “espacios” autogestionados? Parece que, sobre todo, ideología.

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