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Terminator, una película antiabortista

hughes el

Dejo aquí este texto sobre la película Terminator que escribí por error -me confundí de película-:

Terminator puede verse como el gran éxito de Arnold Schwarzenegger tras Conan; una película de acción con buenos efectos especiales y persecuciones automovilísticas a la altura de Bullit. Pero también como el Segundo Advenimiento en la ciencia-ficción de los años 80, la Parusía en el Los Ángeles olímpico de 1984.
La paradoja es que el protagonista, John Connor, no ha nacido aún, pero se ha mandado nacer desde el futuro, hacerse humano en el vientre de Sarah (Linda Hamilton).
De un futuro postapocalíptico llega Kyle Reese para salvar a Sarah Connor de las metálicas intenciones de Terminator, un cyborg con los músculos de Schwarzenegger. Es decir, salvarla de un “aborto retroactivo”, y además por orden de su “unborn child”, el “hijo no nacido” que desde el futuro le dice: “Debes de luchar o yo no existiré”. Debería ser la gran película de los antiabortistas.
Sarah pasa de ser una chica más a ser la “Madre del futuro”, el sagrado receptáculo de vida. Kyle, se verá luego, también alberga intenciones románticas y le dice una de las frases de amor más célebres: “He cruzado el tiempo por ti”, bastante antes de que Drácula le dijera a Winona Ryder lo de “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”. Estas frases no está de más saberlas.

En 2029, las máquinas han alcanzado un nuevo orden de inteligencia, lo que los expertos llaman singularidad (no confundir con la de Iceta), es decir, que la tecnología se independice. En la película hay una lucha alegórica entre el hombre y el desarrollo incontrolado de la técnica.

¿Por qué en los años 80 hubo estrellas como Schwarzenegger y Stallone? ¿Qué nos estaban diciendo sus cuerpos hipertrofiados? Arnold, el cyborg (su acento alemán le daba un tono robo-fascista, observó Foster Wallace), tiene carne, pelo, sudor, pero algo tecnológico (y muy malo) que lo anima. La ciencia-ficción nos lleva por otro camino a la noción de espíritu. Así que la peli, tan divertida, tiene algo de metafísica.
Terminator se saja un ojo como en Un Perro Andaluz y luego se pone las gafas de sol como Putin; y Kyle, el bueno, luce unas zapatillas Nike que ahora se llevan muchísimo. Le hacen un plano publicitario que parece un guiño futurista-fashion.
La peli es oscura y humeante, su noche es ominosa, y aparece un garito que se llama Tech-Noir, homenaje a la mezcla de géneros (negro y ciencia ficción).
Hace poco le preguntaron a Jeb Bush si, de poder, volvería al pasado para matar al niño Hitler. Contesto que sí. Potencialmente hay mucho Terminator. Lo divertido es que nada de la película sería posible sin guías telefónicas en las cabinas. Cuando regrese el cyborg, ¿cómo dará con nosotros?

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