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La conga de Pablo

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Vistas las imágenes de la conga de Pablo Iglesias, me ha sorprendido el afán de protagonismo. Hasta las congas las tienes que liderar. Pero al verle, feliz, “desmelenado”, como generosamente decían en la información, me he quedado algo decepcionado. Un poco poché. El Pablo desatado ya lo habíamos visto puño en alto, quizás con alguna copita de más, en esos youtubes de los saraos con Monedero y su pandi. Ahí sí que lo daba todo. Iglesias llega al hedonismo, también, a través de la ideología. Pero como hipotético gay, como realizador de un acto gay aislado, es decepcionante. Porque puestos a hacer una mariconadilla haces otra cosa. No hay alegría en ese cuerpo, no hay celebración, exaltación de la carne.
Pero además de su afán de locomotoro de la conga, lo más curioso eran sus gestos. Iba ladeando las manos aquí y allá, a derecha e izquierda, rítmicamente, como echando unos polvillos mágicos. El ritmo que estaba detrás, la conga que lideraba, me era familiar. Estuve un día dándole vueltas. ¿A qué me recordaba? ¡Un valenciano tendría que haberlo visto antes! Ese ritmo que llevaba en su conga era el de Paquito el Chocolatero, el inmortal pasodoble que en las bodas acaba siempre en fila, en conga.

(Por cierto, es triste a qué llamamos conga en España. Que a esas procesiones lastimosas las llamemos congas…)

Pablo Iglesias, con su nuevo oportunismo LGTB, podía haber hecho cualquier maravilloso alarde, cualquier cosa, pero todo lo que le salió fue una conga cuñada con dejes de Paquito el Chocolatero.

Esto remite a un profundo casticismo, a una sensualidad bajo mínimos, a una heterosexualidad degradada e irremediable. Nulas posibilidades homosexuales en el personaje. Una españolidad (¡por mucho que él lo niegue!) chata, yerta y gris.

¡Iglesias está muerto de caderas!

Mucho mejor Carmona. Carmona lucía una barriga enorme, pero se movía como una de las coristas de Fangoria. Concretamente, la que se ha puesto jaquetona. Carmona, con esos volúmenes, parecía alguien del universo trans de Alaska, con una voluptuosidad y un no sé qué…
En Carmona sí había orgusho.
Ahí sí hubo homenaje al cuerpo y a la carne. Carmona le puso asuquiqui.

¿Con esos saltitos ridículos quería Pablo ganarse al “colectivo”?

Muy triste fue también cuando la conga decidió unilateralmente desengancharse e Iglesias se quedó solo con el compañero de partido asido a su talle. ¡Qué papeleta la del compañero López, que no podía soltarse y dejar al líder solo y que tampoco, se vio bien, tenía posibilidad de acercarse y arrimar un poquito de cebolleta!
Porque vamos a ver, una conga sin frotamiento, ni es conga ni es nada.
Esos últimos pasos de conga fueron de una gran incomodidad. Una conga envarada, incómoda, llena de códigos. Enganchado, sí, pero a medio metro. ¡Como si tuviera que correr el aire!

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