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El taxi y la macroeconomía

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Una cosa que se ha escuchado sin parar estos meses es la distinción entre lo macro y lo micro. Lo que yo tengo en el bolsillo es micro, se dice, lo que tiene el conjunto de la economía es macro. No es del todo así, pero tertulianamente nos ha valido.
Una parte de la macro va de agregados. Escuchando a algunos parece que el PIB sea uno, ajeno, global, ricachón y potentado, que se produzca en el IBEX-35 y luego, si acaso, se desparrame luego como una lluvia dorada sobre los ciudadanos. Sin embargo, esas medidas se alcanzan por agregación. Con esta confusión de conceptos se trata de reflejar la distancia entre el dato que da el ministro y la realidad individual. Subían los índices mientras tú y yo nos arruinábamos, sería la canción que haría un Loquillo.
El caso es que algo intuitivo, callejero, fortalece la comprensión de la naturaleza agregada de la macroeconomía, eso que se pone en duda como quien pone en duda la realidad de un faro en la cubierta penumbrosa de un barquito. En mis conversaciones con taxistas he notado una comprensión de la economía asombrosa, una sensibilidad inhumana. Lo que hacen los taxistas con la macro es como lo que hacenn los agricultores con el tiempo. Es un don. Si fuera paciente podría introducir en una gráfica de la evolución del PIB de los últimos años junto a comentarios de taxistas perfectamente descriptivos.
Recuerdo uno de hace un año y medio. Salía de cenar, era tarde y tenía prisa por llegar a casa (quiero pensar que no para ver el Deluxe). Iba solo y he de confesar que, aunque no hablo mucho, con los taxistas me suelo explayar. Noto en algunos de ellos una propensión a escuchar que me hace sentir bien. Ante algunos taxistas percibo que mi opinión es tenida en cuenta. Disfruto más que nada en esta vida cuando les digo algo y de repente asienten y buscan mi mirada en el retrovisor para confirmarme su asentimiento. Ese gesto me hace inmensamente feliz. Además, es muy triste decirlo, pero me siento un poco superior. Es como… como si yo aportase la teoría y la capacidad de abstracción a un montón de datos estadísticos. Me siento así, como un teórico, voy al taxi a buscar lo empírico.
A este taxista le pregunté qué tal veía la cosa y me dijo algo de una percepción finísima: “Hemos dejado de caer y ha habido una reestructuración del consumo y un ajuste de las expectativas”. No lo dijo exactamente así, pero yo lo traduje. Días después vi confirmadas sus opiniones en la sección de economía.

Desde hace meses, todos los datos e indicadores mejoran. Pero ya lo habían dicho antes los taxistas: “La cosa mejoró desde hace un año. No es lo de antes, porque lo de antes no lo va a ser, pero hay un poco más de dinero y la gente ya sale a tomarse la cervecita”.

Lo micro (entendido tertulianamente) y lo macro se fusionan en el taxista. Es mentira que haya ese salto, ese hiato contable, esa distancia pija y guindista. Las grandes cifras y los taxistas hablan exactamente igual, como si tuviesen unos sensores macroeconómicos. Yo creo que en el ambientador llevan un chip de Contabilidad Nacional.
Algo subconsciente relaciona el taxi y la contabilidad. No sabía qué era hasta que volví a ver en uno de ellos la funda de bolas del asiento, ¡el ábaco taxista!

En esta identidad fundaría yo un nuevo observatorio, una nueva “cercanía a la calle”. Bastaría con un taxista que tradujera, con su incontestable mezcla de autoridad y desgana, los datos del ministro.

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