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La reina “fit”

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Las imágenes de Letizia, cómo se dice… “Han revolucionado las redes”. A mí me llamó mucho la atención el peinado. Creo que se llama “lonb bob”, algo que siempre me pareció sexy. Yo veo a Pepe Oneto de perfil, sin saber que es Pepe Oneto, y me pone palote. Bueno, menos lobos con lo de palote…
En ese peinado me parecía encontrar algo impropio, inapropiado más bien. No sé verbalizarlo (qué horrible palabro, me castigo y no lo borro, lo mantengo) sin parecer “rancio”, pero el caso es que no me siento rancio. Por dentro, quiero decir.
Lo que me llama la atención es la asimetría. El flequillo. Un pelo con el que se juega, que se retira del ojo o de la cara con un gesto que siempre es atractivo. Me parece sexy, pero además, es un peinado “de joven de su tiempo”. Creo que un peinao real (lo digo como en El Príncipe de Zamunda) ha de ser simétrico y mostrar la cara.

Las razones de por qué el gesto de recogerse el pelo me parece, nos parece sexy, no las voy a detallar. Las intuimos.

Pero hay algo más poderoso que el peinado. El vestido palabra de honor ha enseñado la musculatura y la osamenta de la Reina, que, en la mezcla o unión de ambas, es claramente tendinosa. Tenemos una estupenda reina que es tendón (¡que hay más transitivo).

El palabra de honor me fascina cada vez más. Me parece un escote mucho más llamativo que el escote con canalillo. Es un escote para mujeres, contra otras mujeres. El otro día, Carmen Gahona lo llevaba en Supervivientes, un bañador palabra de honor (con un pareo-pañal que la hacía adorable, adoptable como icono televisivo), y con ello la mujer muestra su torso, su cuello, la rectitud de su espalda, la nobleza torácica…

El palabra de honor de la reina, no sé yo si apropiado, era una exhibición, una puesta de largo de una nueva Letizia.

Diré, antes de seguir, que no sé nada de estas cosas y que me disgusta el examen algo antipático, y quizás machista y también clasista, que se le realiza a la reina. Si va seria, porque va seria; si aburrida, por aburrida y si es audaz, aún peor.

Doña Letizia ha exhibido una delgadez casi límite, casi redefiniendo últimamente el límite de lo saludable. Siempre que sale la reina me acuerdo de Shaila Dúrcal, problematizada constantemente en la prensa de modo menos velado. Shaila no es reina, es artista, e hija de artista, y siempre ha vivido con ese juicio encima. Pero Letizia, delgadísima, ha asumido su delgadez y sobre ella se ha trabajado una nueva pusta a punto.
Fit and able, como en la canción. La post-delgadez de Letizia no es otra cosa que dureza. Entrenamiento sobre el cardio, como si se hubiera tomado en serio ese consejor de empezar con el gimnasio tras haber hecho el cardio a fondo.

¿Hemos vivido una Letizia-cardio y ahora vamos hacia una Letizia-fitness?

A las mujeres ahora hay que mirarlas a los hombros. En los hombros se define la nueva silueta, de ahí la importancia del palabra de honor. Ya no hay caderas, ni curvas, hay hombros torneados que tendremos que aprender a apreciar. “Imagina cómo rota el hueso en esa cavidad”, “Mira qué redondez articular”, “Ese omóplato tuyo dibuja no sé qué sublime insinuación”… Como en el verso de Gil de Biedma y aquel tendón varón.

Letizia tiene una cara sin expresiones, una cara regia de acto oficial, una sonrisa blanca en la que el hieratismo y la dulzura son los polos entre retoque y retoque; la expresión, muda en el rostro, ha pasado a la espalda. Máscara en el rostro, sudario de aflicciones en la espalda.
¿No grita esa espalda? ¿NO llora? ¿No dice algo?

Infinita ternura de la mujer musculada.

La espalda de Letizia tiene orografía. Pugnan ahí yo no sé qué tensiones. Y las ha enseñado. Lo de una “monarquía representativa” es una tontería, pero Letizia, su físico, si que expresa tensiones callejeras. Eso es lo “inapropiado” de ella. Que no tiene un rostro ni un físico constante, inmutable, de cromo, como procedería en tanto símbolo. En ella está viva la “mujer de su tiempo”. La espalda de Letizia, sus brazos, son fuertes. Hay una lucha ahí, coraje, un físico post-debilidad que parece querer conquistar una nueva perfección.

Atenta a sus quehaceres reales, Letizia incorpora la delgadez y la musculación en su atribulado cuerpecito.

La Deneuve decía que a cierta edad había que optar entre la cara o el culo (mantener una u otra). Letizia lo reformula: cara o espalda.

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