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Montarse una búlgara

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A medida que se acerca el 9N y como sea que el Estado se defiende, se busca sus mañas, los catalanes partidarios del 9N, que parecen mayoría, empiezan a asomar una insistencia en el voto casi nerviosa. ¡Votaremos! Amenanazan. Ya hay un movimiento tumultuario y callejero conducente al voto. Y una clarísima determinación. Y han dejado claro que lo harán con o sin la oficiliadad. Cuando llegue el día vamos a ver a gente colocando una urna en medio de la calle, votando, llevando su propia urna. Introduciendo papeletas histéricmente, una y otra vez. Aunque sea una votación sin la debida legalidad, sin un censo del todo claro (¿se suman los constitucionalistas a esa consulta y no invalida eso cualquier artimaña refendaria?). El caso es que están aplicando al voto una energía de tipo golpista. En realidad, en ese efervescente desacato hay una energía reconstituyente (en todos los sentidos de la palabra), que ellos aplican luego al voto, que ya no es el acto ordenado, secreto y burocrático, sino una algarabía orgiástica. ¿Ha habido en la historia ceremonias de democratismo histérico como el que puede darse el 9N? Gente votando desordenadamente, votando febrilmente, belicosamente, yendo a las urnas como antes se iba a las armas. ¿No resulta en sí mismo ese ardor casi antidemocrático, formalmente antidemocrático?

(Duda leguleya: ¿y si los censados, no partidarios, impugnasen la formación de un censo en entredicho? ¿No hay un período de publicidad pertinente?).

Percibo en muchos catalanes unas ganas de votar a pesar de todo. Así lo expresan. Creo que votarán incluso sin colegio, incluso sin urna. La establcerían callejeramente, popularmente, ¡como una falla!. Va a ser una auténtica fiesta delirante del democratismo absurdo y desquiciado. Gente entrando y saliendo de los colegios llorando, votando sin secreto alguno, cómo puede haberlo, si están todos de acuerdo, ¡si se están montando unas elecciones a la búlgara! ¿Y si se levantasen los muertos también para votar, un Thriller del #sísí? 

Esto es de un infantilismo enorme (lo dijo Pujol, lo el infantilismo). De niño recuerdo que teníamos un profesor muy de izquierdas, un pedagogo loco, que establecía en determinados días unas reuniones asamblearias en las que los niños nos organizábamos y autodeterminábamos. Se votaban cosas. Un día, por iniciativa de un niño mentecato, se sometió a votación el profe no estaba, nos dejaba solos y plenamente soberanos) expulsar de la clase a un chiquillo que era popo popular. Hubo honrosas abstenciones, pero los que le tenían manía consiguieron mayoría absoluta. Cuando el profesor regresó se encontró a un niño traumatizado (¡aún lo estará!) al que habían “votado” fuera.

Si no tuviese funestas consecuencias (bueno, incluso si las tiene) esto tiene matices diviertidísimos. Se trata, por ejemplo, de una votación no decisoria. Lo que quieren es contarse, medirse. Es una operación no decisoria que tiene sólo un efecto estadístico. Pero esto es una emanación de la fiebre identitaria. Quieren conocer su alcance, decirse, congregarse, googlearse, quieren proyectar su identidad y medirla. Algo entre la democracia y la demoscopia, una especie de narcisismo de masa. ¡Eso es! ¡La utilizacion de la herramienta democrática, de su apariencia formal, para un acto de narcisismo popular y masivo! Quitarle a la democracia su instrumental para que lo popular puede regodearse en sí mismo (suena bien, ciertamente, el “si mateix”).

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