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Lo de los ultras del Atleti con Marcelo al acabar el partido

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Anoche me quedé unos minutos después del partido en la tribuna de prensa del Bernabéu. Hacerlo, de noche y en invierno, no es recomendable. El club, movido por un encomiable sentido de la austeridad, apaga la calefacción a la canallesca justo al acabar el encuentro, de modo que quedarse allí no sólo supone perderse lo que ocurra en zona mixta (que a mí la verdad…) sino además quedarse pajarito. Pero anoche, una vez terminada la crónica con el pitido arbitral (el sonido ya de mis pesadillas), debía acabar algunos elementos más de la página doble que realiza ABC (y a la que podríamos decir que no le falta de ná, que no, que no). Explico esto porque ésa fue la razón de que lo que cuento ahora no estuviera en la crónica. Estuve tentado, pero no tenía posibilidad de corregirla. No había tiempo material, que dicen los clásicos.

Permanecían allí los ultras del Atlético y Marcelo, junto a algún otro jugador, saltó al césped. Los colchoneros que quedaban (estaban en la zona de los aficionados atléticos, llevaban bufandas y banderas rojiblancas y estaban enfadados por el resultado, luego me atrevo a deducir que eran del Atleti) la empezaron a tomar con Marcelo. Que si mono, que si homínido, que si te tenía que estudiar Arsuaga. En fin, de todo menos bonito. Marcelo se encaró, se les quedó mirando con ese aire de guasa congénita que tiene. Los ultras, rodeados de policía, continuaron con los gritos sin importarles (o importándoles demasiado) que junto al lateral estuviera su niño, que correteaba por un césped tolerado para menores ya sin Diego Costa. Los gritos racistas, o de otro tipo (si hubiera sido rubio Marcelo seguro que le habrían llamado maricón), son normales en el fútbol, pero no recordaba yo que ese “abuso racista” que dice The Guardian se produjera frente a un niño pequeño, que tuvo que escuchar una sarta de barbaridades muy notorias sobre el padre. Vamos, que rozó lo traumático. “NO eres su padre”, gritaban los ultras ante la estampa de Marcelo y su criatura, clavadita a él. Tras la raza, en el imaginario ultra el cuerno es obsesivo. Viven obsesionados por la ilegitimidad. Pero el niño, en esa edad feliz en la que papá es Mazinger-Z, tuvo que escuchar abucheos y gritos racistas. Se cebaron los ultras con Marcelo llevando al niño de la mano. Hay que ser…

 

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