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El moco de Pepe

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Una de las cosas que deparó el clásico de ayer fue el moco de Pepe. Como Pepe y Diego Costa hacen del fútbol una cosa subterránea y moviolesca, casi necesitada de una cámara solo para ellos, había que estar pendiente de la tele. El realizador ofreció, ahora lo veo, la imagen de Pepe metiéndose el dedo en la nariz. No exactamente. Más bien tapando un orificio para que el moco saliera despedido por el otro. En el colmo del colchonerismo, algunos comentaristas veo que señalan que la dirección de ese moco era clara. Parece ser que la secreción mocosa tenía a Godín o a Costa como destinatarios. Siempre ha sido envidiable la forma en que los futbolistas se suenan. Lo hacen con gran violencia. A mí siempre me ha parecido complicado. Al imitarlos he sentido que de esa manera se me iba a desprender masa encefálica. Pero ellos no, ellos (sobre todo si llueve) se suenan y desprenden el moco sin ayuda de pañuelo alguno. Para hacerlo bien, esta técnica requiere que el moco se desprenda del todo, que se suelte y ya pueda caer individualizado. Esta costumbre trata de evitar la mucofagia, que sería muy desagradable para el deportista, y les ayuda a respirar mejor. Pero también hay algo de gusto en ello. Como escupir. Es una de las prerrogativas del futbolista. En cuanto pisan el césped les entra una especie de urgencia en las vías respiratorias.

 

Pero el colmo es que el moco pueda dirigirse. Como si Pepe fuera un Spiderman de la mucosa y pudiera impactar con ellos a su antojo. Esto ya es el no va más. Hace falta ser marrullero, un marrullero genial, o ver las cosas muy tendenciosamente para pensar que el moco es dirigible.

Es como ese episodio de Seinfeld que Rosa Belmonte recordaba hace poco: la trayectoria del escupitajo de Newman. El moco de Pepe, el análisis del moco de Pepe, su velocidad, trayectoria y ángulo (¡balística del moco!), son el gran logro de esa pareja que forma con Diego Costa. El no va más de la moviola. (Ya antes, creo yo, habían inventado la contrapatada. Uno corre, el otro le atrapa y le pega, y cuando le pega, el rival, esperando la patada, le contrapega. Se pegan siempre con derecho a réplica y contrarréplica, parlamentariamente. Una cadena de pataditas. Son un caso estos dos).

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