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Froilán

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En España hay una obsesión con la infancia. La infancia es una industria. Estos días, por ejemplo, se vive con histeria la liberación del pederasta. Algunos han encerrado a los niños en casa, les han prohibido hasta bajar al parque:

-¡Tú encerrao, que el Rey ha liberado a un “pedrerasta”!

La liberación de un etarra no generaría ese pánico, pero es que el pederasta amenaza una integridad propia. Nos toca a todos lo más blanco y virginal de la entrepierna. Nos mancilla el blancor.

El pederasta es el gran demonio actual. El gran mancillador. Hay otros criminales, pero es que esos criminales no mancillan (Curioso y antiguo verbo: “mancillar”…).

Al niño se le protege socialmente. La infancia moderna es la recreación de una fantasia Disney hasta que el niño empieza a descubrir, por imperativo hormonal, el placer y el dolor, los límites del yo, las paredes de la existencia (¡el gotelé del vivir!)

Infancia es burbuja.

Yo veo la tele y en años no he conseguido ver el rostro de Andreita, la niña de Belén Esteban. Siempre sale pixelada, como descompuesta en fractales (y no puede ser tan fea). Y por eso me pregunto por qué Froilán es noticia, por qué puede serlo. Pudimos entender que lo fuera con motivo de su accidente, pero no debería serlo por su expediente académico o por sus trastadas.

Froilán es Borbón por parte de madre y distinto por parte de padre. Froilán podría ser mucho más que nuestro Harry. Podría heredar la elegancia estrepitosa del padre, su porte cachazudo, su atildamiento, ese algo rancio y antiguo. Su maravilloso abolengo disminuido.

Froilán hereda grandeza y decadencia, todo junto.

El resto de la Familia Real es verdaderamente suiza. Suiza de tez, de ojos, de cabellos, de un internacionalismo inconcreto, blanco. Por eso esquían y navegan. Pero Froilán es algo castellano y yo entiendo que se sienta extraño y “otro” entre tanta rubiasco.

Por otra parte, los juegos, las peleas, incluso los  intentos de asesinatos entre primos son absolutamente normales. Es más, diría que son hasta saludables. Un primo es alguien entre el hermano y el amigo. Es un aprendizaje curioso el de ese parentesco, que no debería ser retransmitido por el Sálvame. No tenemos derecho y además corremos el riesgo de que pronto salga un tonto con balcones a la calle (y no precisamente el balcón de Amador Mohedano) a decir que este Froilán no es niño ejemplar.

 

En el colmo del sindiós (y España es que es verdaderamente un sindiós) se ha convertido en noticia que la Reina, abuela, muestre cierta indulgencia con su nieto.

Empezamos a tratar a la monarquía como un reality, a la Familia Real como a una familia en perpetuo entredicho de nominación. Son como el chisme que tenemos en común. El patrimonio para ejercer cierta crueldad, la excusa para la mayor bellaquería.

Y ahora nos quieren paquirrinizar a Froilán, pero Froilán puede ser nuestra última elegancia, un rebelde grande de España, un Harry con capa, de modo que no lo deberíamos permitir.

Que salga un protector del menor, un necesario milikito para el infante real y que los paparazzi se saquen fotografías de los pinreles, como las del instagram.

Por cierto: ensueño de imaginar que Froilán, al raspar sus rodillas juveniles en sus juegos mallorquines, sangrase azul. ¡Ah, eso sí sería noticia!

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