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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Depresión postparto severa, cuando es mucho más que un llanto

Gema Lendoiro el

Cuando leo noticias como estas:  “Hallan vivo a un bebé de días abandonado en la basura” mi primera idea, la que me sale de la tripa, es la de rabia, ira contenida hacia la persona que ha hecho eso. Y de compasión y amor hacia un ser humano que acaba de entrar en la vida de la peor de las maneras, siendo abandonado.

Sin embargo, después de ese primer momento de sentimiento primario, a continuación me sobreviene la parte racional y pienso en la madre (casi siempre es la madre) que ha cometido semejante atrocidad. No quiero justificar en algún modo su comportamiento. Sólo quiero tratar de ver la explicación psiquiátrica a este asunto. Que les aseguro que la tiene y muchas veces no tiene nada que ver con la maldad.

Yo sufrí una depresión postparto muy severa tras el nacimiento de mi primera hija. Una situación que te hace pensar ideas suicidas muy dolorosas pero que jamás piensas que puedan ser fruto que una depresión asociada al puerperio. Nunca tuve ni el mínimo deseo de abandonar a mi hija pero entiendo que cada persona vive de una forma determinada la misma dolencia. Por lo tanto, por mi experiencia, miro con tranquilidad estas noticias y no me dejo llevar por la ira inicial que cualquier ser humano de bien tiende a tener.

En la maternidad las mujeres estamos muy solas. Esto es una realidad insoslayable. Y a veces la soledad va acompañada de muchas más cosas que fomentan que esa depresión se convierta en algo potencialmente peligroso para el bebé como es la falta de recursos económicos, la falta de un estructura familiar potente que contenga los estados de ánimo de esa madre puérpera, la falta de recursos culturales, a veces malos tratos, pobreza…No es patrimonio de las personas con recursos económicos escasos la depresión postparto, las hormonas no entienden de dinero, pero sí es patrimonio de la unión de muchos factores, que desencadene algo terrible.

No sé hasta dónde llega mi voz pero me gustaría que quienes hacen las leyes entendieran que la salud perinatal es fundamental. No podemos dejar a las mujeres solas, tiene que haber protocolos, pero de los buenos, para hacer seguimiento de cómo está la madre cuando se ha ido a su casa, si tiene recursos, si está sola, si alguien va a ayudarla, si alguien la va a sostener cuando lleguen los llantos y las dudas.

No bastaría pero sería un gran avance si tuviésemos una atención mucho más profesionalizada para poder evitar otras cosas. Afortunadamente estos casos son aislados, los que terminan en asesinato o intento de pero, desgraciadamente, hay muchas cosas que no salen a la luz y son los malos tratos a bebés. Muchas veces por pura maldad, otras porque los trastornos psiquiátricos estaban latentes y han salido en el puerperio. Y estoy convencida que si se pusieran medidas efectivas esto bajaría mucho. 

Puede que alguien piense que creo que este sector de la población es especial. Pues sí, lo es. Porque si no protegemos a quienes dan vida, entonces ¿qué podemos esperar de nuestra maltrecha natalidad? ¿Cuesta dinero? Sí, claro. Pero el dinero que un gobierno destina a la protección de la maternidad tiene ROI, como dirían los expertos en marketing digital, es decir, un retorno de beneficios económicos. Lo mismo que se se invirtiera en educación. ¿Cuál es el problema? Pues que el retorno es lento. Unos veinte o veinticinco años. Y eso no interesa. Interesa más invertir en otras cosas y no diré cuáles porque todos ya sabemos lo que hay.

Volviendo al tema que nos ocupa y a la espera de saber qué ha pasado con la madre (si es que ha sido ella) de este bebé, podemos ser todo lo duros que queramos juzgándola. Estamos, desde luego, en todo nuestro derecho. Pero que no se nos escape que detrás de estas cosas, casi siempre hay dos víctimas, la primera es el bebé y la segunda es la madre que ha llegado a unos extremos mentales difíciles de comprender para la mayoría de los mortales. Pero que no lo entendamos no significa que no existan.

No lo olvidemos.

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