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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Miguel Ángel de Gregorio, vinos de lujo

Carlos Maribona el

Miguel Ángel de Gregorio

No es este un blog de vinos. Aunque hablemos mucho de ellos, doctores tiene la iglesia y hay excelentes web y foros donde los especialistas nos enseñan a descubrir los grandes caldos. Pero sí es este un blog de gastronomía, y el vino, queramos o no, es parte fundamental de la buena mesa. Así que me van a permitir que hoy le dedique este post a uno de los grandes enólogos españoles: Miguel Ángel de Gregorio. En la excelente guía de vinos que el pasado lunes regaló ABC a sus lectores, su responsable, mi buen amigo y gran periodista Juan Fernández-Cuesta, escribía de Miguel Ángel que tiene una forma particular de entender la viña, “desde el corazón, minimalista”. Y así es.

Este ingeniero agrónomo, enólogo y bodeguero, nacido en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hace 44 años pero criado en La Rioja, ha sido en los últimos años uno de los hombres que más ha revolucionado el vino riojano. Aprendió primero de su padre, Nicolás de Gregorio, viticultor manchego que se hizo cargo de las históricas viñas de Marqués de Murrieta. Luego dirigió una pequeña bodega, Bretón, a la que imprimió una personalidad propia (recuerden su Dominio de Conté 89). A partir de ahí empezó una carrera meteórica que le llevó a crear en 1995 su propia bodega, Finca Allende, en Briones, que hoy día es una de las grandes de Rioja. Vinos muy personales, en los que De Gregorio busca la calidad y la potencia de las viñas viejas y los suelos arcillosos de la zona.

Migue Ángel es hombre instruido, amigo de sus amigos, gran persona. Él encabezó una generación que cambió conceptos y acabó con la ortodoxia. Especialmente con ese encasillamiento burocrático de los crianzas, reservas y grandes reservas. Con gran escándalo de los bodegueros, se atrevió a decir que él ofrecía vino, no tiempo. Y acertó. Su generación entendió que las cosas se podían hacer de otra forma, mejor, y la hicieron. Por eso en Finca Allende fueron surgiendo los vinos: primero el Allende, luego el Calvario, más tarde el Aurus. Cada uno superando en calidad al anterior. Vinos de culto que no se parecen a los de hace 15 o 20 años y que demuestran el potencial de La Rioja y, sobre todo, algo fundamental: que las viñas son más importantes que la bodega. En sus propias palabras:El vino se hace en la viña, en la bodega lo más que podemos llegar a hacer es estropear lo menos posible la uva, pero todo aquello que la uva no tenga no se lo podemos poner después. Una vez que tomamos la decisión trascendental que es cortar el racimo, ya no hay solución. A partir de ahí, la uva no nos va a dar lo que no hayamos hecho”.

Les hablo de Miguel Ángel porque hoy nos ha convocado a un grupo de amigos a una comida navideña donde hemos tenido la oportunidad de probar algunos de sus vinos más divertidos. La cita, en RUBAIYAT. Los vinos, los suyos. Primero el blanco Allende 2006, con 15 de meses de barrica, el mejor blanco que ha hecho nunca De Gregorio. Viura y malvasía de viñas viejas, muy expresivo. Un vino de 15 euros que da gran juego en la mesa. Luego, en mágnum, el Allende 2000. Una añada difícil, que maduró muy rápido, pero al que aún le queda larga vida en la botella. Y es que los vinos de Finca Allende son, al margen de las modas, vinos de largo, muy largo, recorrido. Más mágnum, estos de Calvario 2003. Un vino del que se hicieron poco más de 7.000 botellas y que curiosamente es uno de los mejores Calvario en la que tal vez fue la peor añada en Rioja de los últimos tiempos. Frente a otros riojas de ese año, faltos de acidez, el Calvario se muestra más vivo que nunca. Uno de los grandes vinos españoles. Sutil, sedoso, amable, perfecto ejemplo de vino de pago al estilo borgoñón. Como decía una guía de vinos, “un vino que vale lo que cuesta (60 €), y que si se prueba obliga a repetir”.

Pero la guinda la han puesto dos añadas de Aurus, el gran vino de Miguel Ángel, su ojito derecho, procedente de cepas con más de 60 años. Sobre él decía hace poco en una entrevista: “Si tengo que elegir un vino de los míos siempre elijo Aurus sin dudarlo, porque me dijeron que era un vino que no se podía hacer y que no se debía hacer, y el tiempo ha demostrado que se podía y se debía hacer. Hay que ponerse en esa época, se iba a los vinos de consumo rápido, de placer inmediato. Y yo planteaba vinos de 15, 20, 30 años en botella, con un perfil muy ácido, con un corte muy atlántico, cuando lo que se llevaba era el vino mediterráneo. Fue un atrevimiento, y es el vino más difícil de hacer, el que más quebraderos de cabeza me da, el que más tiempo me ocupa, el que más horas sentado mirando a las uvas me requiere”. Hemos bebido dos añadas bien diferentes, las dos en botellas doble mágnum: 1998 y 2005. Gran diferencia entre una y otra. La del 98, más floja, al principio, recién servido, casi muerto, aunque luego, en la copa ha ido recuperando algunas de sus virtudes. Pero en este caso no vale los casi 100 euros que cuesta. Nada que ver con el 2005, que para el enólogo es el mejor que ha hecho nunca junto al del 96. Un vino de enorme elegancia, goloso, con notas minerales y especiadas, muy sabroso y largo en la boca. Y con un enorme recorrido en la botella. Eso sí, hablamos de un vino de 120 euros. Grandes vinos, muy bien hechos. Lástima que el menú de hoy en Rubaiyat, mal seleccionado para unos tintos tan potentes, no haya estado a la altura.

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