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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Chivite y Zalacaín

Carlos Maribona el


La cata de los nuevos vinos de la familia Chivite nos ha congregado hoy en ZALACAÍN a un pequeño grupo alrededor de Fernando Chivite. Una mesa de ocho personas en un reservado en la que estaban expertos como María Isabel Mijares, Jesús Flores, Mayte Santa Cecilia (de la bodega madrileña SANTA CECILIA, una de las más recomendables para comprar), Rafael Ansón o Cristino Álvarez. Y con ellos, quien esto firma, que en los temas del vino siempre va dispuesto a aprender de los que saben.


Si no hace mucho comentaba que Zalacaín parecía que estaba mejorando, la comida de hoy me ha devuelto al escepticismo: como abreboca, una absurda ensalada de sandía con mollejas de pato y gambas; luego una lasaña de boletos edulis con hígado de oca gratinado (lo más aceptable de la comida a pesar de su concepto, un tanto desfasado); una urta a la plancha con berberechos y pasta fresca (qué pena de urta, completamente pasada y por tanto reseca, con una pasta italiana y unos berberechos por encima cuya presencia no aportaba nada, ni siquiera estética. Al margen del grave error en el punto, no es la urta un pescado para hacer a la plancha); pularda con salsa de menta y brocheta de zanahoria y piña (¿para qué la brocheta?, además la pularda también reseca); eso sí, patatas suflé excelentes, como siempre; como postre un gratinado de papaya y frambuesas más anticuado aún como concepto que la lasaña. En fin, que hoy nos hemos estrellado. Tengo que volver para reconfirmar, pero estas irregularidades no le hacen ningún favor a esta veterana y lujosa casa.


Menos mal que nos hemos desquitado con los vinos (que al fin y al cabo eran lo principal). Nos ha gustado mucho dentro de su modestia el Gran Feudo Rosado 2005, más redondo que el de años anteriores. Baja bastante el listón, aunque por su precio no se le pueden poner demasiadas pegas, el Gran Feudo Blanco Chardonnay 2005. Nada que ver con el Chivite Colección Chardonnay, uno de los grandes blancos de España. La cata era del 2004, un vino con once meses de barrica en el que la madera está perfectamente integrada, con una nariz excelente aunque para mi gusto baja bastante en la boca. Para compararlo hemos pedido el 2003, un blanco que con un año más en botella está perfecto, que me ha parecido más elegante y complejo en boca que el anterior. Hemos discutido bastante sobre cuál de los dos estaba mejor y ha ganado, aunque por poco, el 2003. En cualquier caso, es un blanco para guardar algún tiempo.


Ha seguido luego el Conde de la Salceda 2001, un tuinto que los Chivite hacen en Rioja. Aunque a mis compañeros de mesa les ha gustado (aunque sin entusiasmos), para mí ha sido el más flojo. Le falta aún botella para redondearse. Y desde luego no está a la altura del que ha seguido, el Chivite Colección Reserva 2002. Todos los Colección Reserva están buenos, pero este 2002 creo que es el mejor: nariz impresionante y compleja en la que aparecen frutas rojas (cereza), menta, regaliz… Un vino de pago elegante y con gran carácter, con un trabajo de la madera muy serio. Lo hemos puntuado muy alto.


Y hemos cerrado con otra de las joyas de Chivite, su Colección Vendimia Tardía, en este caso el 2004, un moscatel que está a la altura de los grandes vinos dulces europeos: notas florales en la nariz (sobre todo rosas) y en la boca fresco, ligero y nada empalagoso. Naturalmente ha sido el más puntuado por todos nosotros.


Creo que el esfuerzo de la familia Chivite por poner los vinos navarros en la elite ha dado sus frutos. Y que hay que contarlo.

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