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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Back Corner, no todo es comida basura

Carlos Maribona el

Cuando uno se sienta en alguna de las mesas del recién abierto BACK CORNER (Plaza de La Moraleja, parte posterior, 91 110 51 54), con su estética de cafetería estadounidense de principios de los años 60, máquina de discos y camareros con uniforme ad hoc incluidos, tiene la sensación de que está en un sitio agradable, bien montado, dirigido a un público poco exigente al que le preocupa más el continente que el contenido. Y piensa que los platos de inconfundible estilo USA que aparecen en la carta serán, una vez más, muestras de esa terrible comida basura que nos llegó de América. Sin embargo, el nuevo establecimiento de la familia Tejedor, que rompe por completo con los restantes restaurantes del grupo La Máquina, es un buen ejemplo de que el fast-food no es necesariamente malo. Siempre y cuando se seleccione producto de calidad y se cuiden los pequeños detalles. La diferencia entre hacerlo bien o hacerlo mal es muy pequeña, y sin embargo los resultados son muy diferentes. Me explico. Si unos simples aros de cebolla se fríen al momento, se cuida su rebozado y se sirven sin grasa, el resultado es un aperitivo muy agradable, bien lejos de esos otros recalentados, bastos y grasientos que encontramos en tantos y tantos sitios. Y cuando las cosas se hacen bien, funcionan. No es casualidad que el grupo que encabeza ese gran perfeccionista que es Carlos Tejedor, con el apoyo de sus hijos, sea de los pocos que siguen abriendo restaurantes en plena crisis. Y con gran éxito. El hermano menor, este Back Corner, pese a sus grandes diferencias con La Máquina, Puerta 57 y los demás, se mueve en esa misma onda. Si vamos a vender hamburguesas procuremos que sean las mejores. O al menos tan buenas como las mejores.

En una zona tan saturada como es la Plaza de La Moraleja, donde se cuentan hasta veinte restaurantes diferentes, algunos muy exitosos, otros no tanto, Back Corner viene a cubrir un hueco distinto. El de las familias con niños y el de los jóvenes, especialmente los fines de semana. Lo que no quiere decir que renuncie a un público adulto al que no le importa comerse una buena hamburguesa o una pizza de calidad, y que incluso disfruta con ellas. Si ayer domingo al mediodía, el comedor interior estaba lleno de niños, hoy lunes, también al mediodía, el público era adulto, sobre todo oficinistas de la zona. La gran terraza del local queda para las noches en estos días de terrible calor, aunque tanto ayer como hoy había algunos valientes comiendo allí fuera. Y se ha llenado para las cenas todos los días desde su apertura. Como decía, el fast-food, si se basa en producto de calidad y bien elaborado, puede ser muy agradable. Y además permite comer más barato. Ninguna tontería en los tiempos que corren. Raciones abundantes y precios contenidos que rondan los 20 euros por persona o incluso menos.

He comido tres veces en Back Corner. La primera, en la fiesta de inauguración, fue una simple toma de contacto que no permitía hacer una valoración. La segunda y la tercera, ayer y hoy. Ayer, con mi familia. Una visión joven y próxima al modelo de cliente que se busca la de mis hijos veinteañeros, con largas estancias además en Estados Unidos. Hoy, con dos buenos amigos, Antonio Jiménez y Lorenzo Díaz, que representan ese modelo de público adulto pero que entiende de las cosas del comer y valora la calidad. Y los dos días he salido muy satisfecho tras la comida. Lo mismo que quienes me acompañaban.  Además he podido probar así casi todos los platos de la carta, con la excepción de la pasta y de los sándwiches.

La gran especialidad de la casa son las hamburguesas, que se sirven en dos tamaños, las grandes de un cuarto de kilo. Su precio, 10,90 euros. Carne de ternera asturiana, de Trasacar concretamente, picada a mano y hecha al punto deseado (mejor poco), en un buen pan y con diferentes condimentos según el tipo elegido. La americana y la mediterránea están especialmente logradas. En la mesa, las salsas de rigor: mayonesa, ketchup y mostaza de Heinz, y además otra mostaza, Guldens, muy tradicional en USA. La segunda gran opción son las pizzas, con una buena masa que hacen ellos mismos, finas en el centro, bordes algo más apanados, tamaño considerable. Su precio ronda los 12 euros. La de cuatro quesos está francamente bien, y también la diávola, ligeramente picante, que incorpora, entre otros ingredientes, grelos.

Ya les he contado que los aros de cebolla están especialmente logrados. También las alitas de pollo, muy jugosas, las costillas y alguna ensalada como la caprese con buen tomate de temporada y rica mozzarella. Otra ensalada, con queso de cabra y jamón de pato, resulta por el contrario demasiado grasienta. Dentro de la sencillez general, se ofrecen también perritos calientes (buena salchicha, flojo pan que se deshace) e incluso medio pollo asado, con patatas fritas y ensalada aparte. Jugoso, aunque la piel debería quedar más crujiente. Pollos asados que se venden, como el resto de platos, para llevar a casa. Incluso en breve se pondrá en marcha un servicio a domicilio para La Moraleja y zonas adyacentes.

Los postres son también al estilo americano. Por lo tanto, hipercalóricos. Mucha nata. Desde un banana split hasta una tarta de queso para golosos empedernidos. Y para beber, olvídense del vino. Apenas hay en la carta y no vale la pena. Coca-Cola para unos, cervezas para otros. Estas acompañan muy bien este tipo de comida. No faltan, claro, Budweiser ni Coronita, pero también hay algunas nacionales o la italiana Peroni.

Un sitio sin grandes pretensiones, ni falta que le hace, pensado para un público al que le gusta acercarse de vez en cuando (o siempre) este tipo de comida informal, rápido y barato pero que no por ello tiene que renunciar a la calidad del producto que consume.

P. D. Recuerden que estamos en Twitter: @salsadechiles

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