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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Derrota y aún la magia

Salvador Sostres el

Unos días andorranos, extraordinarios. El empaque que da que todavía un obispo sea príncipe, o copríncipe. El empaque y la seguridad. Trabajos de Dios, más perfectos, más piadosos. Verticalidad andorrana. Mi mundo es la ciudad pero me gustan las montañas como suspiros del Creador. 5 de enero, víspera de Reyes. La niña insiste en ir a Caldea y hacerse un masaje. Mientras llega la hora jugamos como un padre y su niña -amor, candor- en la piscina central y la laguna exterior.

Cuando nos dirigimos a la cabina indicada, comparece un chico con la mejor de sus sonrisas y prefiero no desairarlo, aunque me parecía haber dejado claro que quería a una chica. Entonces me dice que cuando se trata de menores un adulto responsable tiene que estar presente todo el rato. Entro con ellos y Maria en bañador se tumba boca abajo. Asisto con total desconcierto, y desazón, pero inmóvil y en silencio, al instante en que el masajista, como es su deber, empieza a trabajarle una pierna. A mi niña. Es la primera vez que un hombre toca a mi hija de un modo inequívoco y para darle placer. Me siento realmente agobiado pero pienso que no puedo estropearle su momento de bienestar por mis derrotas de padre enamorado que sufre su primer quebranto del rey que empieza a ser destronado, y asisto a la escena contrariado, asqueado, asumiendo mi impotencia, mi debilidad, mi primera grieta de padre desahuciado. Y eso que ni me hiere lo concreto sino más bien el concepto, como un anticipo de la tragedia que me vendrá. No hacía ni diez minutos, la tenía aún entre mis brazos, en la piscina, como si aún el tiempo no hubiera pasado.

Cuando salimos de Caldea, paseando hacia el hotel, entramos en una encantadora tienda de juguetes y ve una pequeña nenuco, de palmo y medio, con pies de pato, para jugar con ella en la bañera. Le explico que no puedo comprársela porque donde los Reyes vieran que el mismo día que ellos llegan una niña recibe otros regalos, la dejarían sin nada. Lo entiende sin quejarse demasiado, pero a mí también me gusta la muñeca y comento con una de las dependientas que es una lástima no poder comprarla, porque es muy hermosa y no recuerdo haberla visto en ninguna tienda de Barcelona.

Muy hábilmente esta dependienta y su compañera se alían para ayudarme, y mientras una toma de la mano a Maria con el pretexo de mostrarle no se qué juguete que está en la otra punta, la otra se me acerca con el datáfono y el precio de la nenuco ya marcado, pago con el iPhone con una mano y con la otra escondo la muñeca en el bolsillo de mi abrigo.

Entre el primer hombre que te ha tocado y lo fácil que todavía me resulta preservarte la magia, aquí está tu padre como tu mejor soldado y con su interminable nostalgia del tiempo en que tú yo fuimos sólo uno. Aquí estoy, animándote a crecer y lamentando que consigas hacerlo tan bien y tan rápido. Soy yo, tu padre. El que me siento violentado por el masajista y tambien quien te lo paga. Me quiero quejar y no puedo. Soy el martillo y soy el clavo.

Soy tu primera y última línea de defensa pero dudo y tiemblo por cualquier minucia que te afecte, y tú siempre serás mi niña y me dolerá que te alejes, aunque mi misión sea educarte para ello. Aquí estoy, sin pedirte nada, siendo aún capaz de salvarte la magia, invencible como un héroe y solo como el que se desmaquilla cuando el público se va y se apagan las luces del escenario.

Te has acostado con la urgencia de dormirte pronto para estar segura de que los Reyes no te encontraban despierta y mientras te preparaba los regalos he pensado en los contrastes de tu día, y del mío. Me he puesto a dormir con la tentación de pedirles a Sus Majestades que me alargaran tus años de ser sólo una niña, pero me he sentido incapaz de realmente desearlo y viviremos un 2019 que por supuesto servirá para que crezcas, para que llegues donde todavía no has llegado y para que cada día necesites un poco menos a tu padre.

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