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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Moriré joven

Salvador Sostres el

Habré vivido mucho, pero no muchos años. Nunca me ha importado la edad. Me llevo bien con mi muerte y entiendo que todo tiene un final. Habré vivido mucho, mucho más que la mayoría de hombres, pero no creo que llegue a viejo ni que mi modo de vivir pueda sostenerse cuando los rigores de la edad lleguen. Vivir tiene que merecer la pena.

Cada día escribo mejor y puedo explicar más nítidamente lo que siento y pienso: también las conversaciones con mi hija tienden a ser cada vez más cristalinas. Dios me ha prestado su arco. Estoy escribiendo lo mejor que escribiré y mi hija está entendiendo con sorprendente claridad, a sus escasos 7 años, lo esencial de lo que siempre he querido contarle. He hecho lo que quería hacer, he viajado a las ciudades de mis sueños con crédito ilimitado para confundirme con ellas. He conocido a mis ídolos. He amado y he sido amado con el amor que mueve el Sol y las otras estrellas. Dios me ha prestado su arco y me ha dado su móvil. Podría parecer una euforia pero es para mí una frialdad: estoy acabando el trabajo y sólo tengo 43 años. Me suele ocurrir que se toma como una presunción lo que digo como una advertencia, como un cartel en la estación.

Me encuentro bien. Ningún médico me ha empezado a decir adiós. No quiero decir más de lo que digo, y lo que pienso lo digo dos veces. Me gusta lo que hago, lo que no me gusta lo aparto, todavía la pasión y entusiasmo son mis sentimientos, y conozco a jóvenes talentos que algún día os deslumbrarán y aún me divierte poderles ayudar. Pero vivir como yo vivo, siempre al límite, forzando los márgenes de todo, pagando con cuerpo y alma cada factura, dejándome caer al fondo de cada metáfora para saber si rebota más que la verdad, tiene lo mismo de maravilloso que de agotador, y ya no tengo la fuerza que tenía y se me acumulan los fantasmas cuando miro atrás y a veces pienso que todo lo que amo acabará quedando atrás como un fantasma.

Dios me ha prestado su arco pero no soy su hijo sino su prototipo. Conmigo quiso probar a ver qué pasaba y por eso mi vida os parece extraña. Empecé a notarlo cuando nunca encajaba en lo corriente y lo entendí cuando me di cuenta de que era flexible como el agua y que mi poder era infinito para ayudar a los demás a encajar. A ver qué pasaba y lo que pasabas eras tú.

Convivo con el reproche de los que no entienden que Mary Poppins se va cuando cambia el viento, y convivo con el reproche de Mary Poppins cuando los niños se van a jugar por fin con su padre al parque. Convivo también con que algunos de mis más queridos amigos den por descontada la vida que sin mí no tendrían y que por cada error me crucifiquen como si no hubiera nada en el otro plato de la balanza. Convivo con la condescendencia y con los juicios sumarísimos, siempre vacío tras haberlo dado todo al final de cada día. Convivo con todo ello y todo ello deja su peso y su mancha, su gravedad, la sombra de muerte, de mi muerte con la que tan bien me llevo, pequeña muerte mía, todavía muy pequeña, no creas nunca que me pareces una tragedia. No tengas prisa pero ven cuando quieras. Estoy preparado.

Viviré pocos años y viviré mucho más de lo que la mayoría viviría si tuviera tres vidas de cien años cada una. Estoy contento de cómo me ha salido. Estoy contento de cómo me sigue saliendo cada día. Tendrías que haber llegado a los cuarenta tan niño como yo para llevarte bien con tu muerte, para jugar con ella, para hablarle de tú a tú. La vida no se puede amar sinceramente si todavía temes morir. La vida no puede amarse generosamente si te aterroriza morir. No puedes vivir con dignidad si no entiendes que hay cosas peores que no seguir vivo. Vivir tiene que merecer la pena. Es un insulto a la Creación vivir a peso. Hay que tratar los dones con algo más de respeto.

El prototipo ha realizado con éxito su misión. Ya Dios tiene completo el archivo que quería. El resto de humanidad que me ha concedido es para mi hija y para repartir esperanza entre los que aún quieren esperar algo de la vida, aunque no sepan exactamente qué. No te preocupes. Yo he venido al mundo a contártelo.

Ayer discutiendo con mi esposa sobre demenciales asuntos familiares, me di cuenta de que yo tenía toda la razón, y cuando estaba a punto de convertir aquel instante en un asedio, un golpe de viento como si Dios lo hubiera soplado abrió bruscamente la ventana. Y pensé, como si el mismo aire me lo hubiera preguntado: pero tú, ¿que quieres? ¿Tener razón o ayudarla en su esfuerzo por ser feliz aunque sea sin ti? Entonces la abracé, le conté algo para hacerla reír y le di unas hamburguesas que había comprado por la mañana porque me dijo que un accidente la había retenido de regreso a Barcelona y que no había llegado a tiempo a la carnicería.

Moriré joven porque tal como vivo no se puede durar más, pero le habré explicado a Maria lo que importaba y nunca voy a dejarte sin cenar.

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