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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Cecilia

Salvador Sostres el

Es una de las señoras más elegantes y discretas de Barcelona, dos características que tantas veces olvidamos que tienen que ir necesariamente juntas. Cecilia Benabarre es la esposa del promotor inmobiliario Erinc Reyna. A veces me la encuentro en Via Veneto. A veces haciendo la compra. A veces en los festivales del verano. Siempre me alegro mucho de verla y no sólo por educación cruzo un jardín o la sala de un restaurante por ir a saludarla, sino por el placer de estar en presencia de una dama como ella.

Tiene la gracia del encanto, una virtud sin la cual todas las demás suelen ser inútiles. Haciendo la compra, vestida de diario, está tan elegante como cuando cena con su esposo y otros empresarios en la mesa cuadrada de Via Veneto. Y cuando nos saludamos en Via Veneto es tan simpática, dulce y alegre como cuando esperamos turno en la carnicería. Cecilia aporta nobleza allí donde va. Su clase no es arrogante y por supuesto se basa en su educación, pero también en su ternura. Inspira a la vez la distinción de una princesa y de la abuela capaz de cocinar los mejores macarrones del mundo -y las mejores croquetas.

Nada en ella es impostado. Seguramente se sentirá extraña, y puede que hasta algo incómoda, leyendo este artículo, porque su afán no es destacar sino hacer más agradable la vida a los demás. Pero su esposo, sus hijos y sus nietos estarán todos de acuerdo conmigo. Carmen Balcells me dijo hace bastantes años, hablando de Vargas Llosa, que un genio nunca está seguro de su obra, y que en esta duda está la permanente insatisfacción que le empuja a escribir mejor. Cecilia cree siempre exagerados los elogios que le dedicamos, pero cada día que vive desmiente cualquier exageración.

En estos años de tanta agitación ha sabido mantener la calma y ha respetado a todo el mundo. Piensa que en general nos hemos vuelto muy mal educados, y que hasta que no corrijamos este vicio, vamos a seguir mal. Todo lo que dice es suave pero nada es banal. Su hilo de voz lo vuelve consistente la verdad. Nunca la he visto hacerse la ostentosa y siempre la he notado atenta y sensible a los detalles que hacen que la vida merezca la pena.

Dedicarse a escribir es a veces ingrato. Suelo pensar en la cantidad de problemas que podría ahorrarme si mi oficio fuera cualquier otro. Hay gente que cree que me gusta el conflicto, pero que el conflicto forme parte del deber intelectual de cualquiera que pretenda contar lo que sucede, no significa que sea deseable. Sin embargo, esta misma tensión observante, tan minuciosa y agotadora, tiene a veces el premio de poder ver lo que muy pocos ven, joyas dentro de la piedra, pequeñas patrias descuidadas. Yo soy uno que conoció a Cecilia y compartí la ciudad con ella. Cuando la crónica de estos años bárbaros se escriba, yo estaré allí para decir que entre la mezquindad y el caos nunca dejó de brillar la hermosa luz de su delicadeza.

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