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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Baila un diente

Salvador Sostres el

A mi hija le baila un diente. Parece muy a punto de caérsele pero por el lado de dentro todavía algo lo sujeta, porque he tratado de arrancárselo con una servilleta -para que no se lo trague si le cae sin que se dé cuenta- y opone una no sé si heroica o absurda resistencia.

Baila el diente de Maria, y por poco pero aún resiste, como bailan nuestras certezas y es por poco que no acaban de desvanecerse. Lo que damos por descontado y los que damos por fijos en nuestra quiniela, por mendigos de nuestras monedas, también bailan y siempre están a punto de marcharse aunque tú ahora los veas indefensos, tan tuyos, casi sin dignidad, sentados en el suelo.

Baila el diente de Maria y ella sabe que le saldrá otro. Baila en tu vida lo que no tiene repuesto y aunque conoces la historia y siempre ha habido un regreso, a veces cambia el amor como cambia el viento, como han ido cambiando mi corazón y mis huesos de tanto conocerte, de tanto tenerte, de tanto extrañarte, todavía el diente se sujeta por la parte de atrás, todavía no hay nadie que pueda arrancarlo pero cuando no quieres entender lo que te llena y lo que te llena desaparece, tú sola en el centro de la soledad, tú con tu diente caído eres el desierto, eres la ansiedad, eres tus quejas quejicas que ya nadie quiere escuchar y te cuesta saber qué queda de ti y qué es comedia, porque se marchó el que sabía nombrarte con tu diente en su mano, con tu indiferencia como una tormenta lejana, con tu no haber sabido distinguirlo de los demás ídolos falsos, con tu arrogancia que ahora paga el precio aunque ya tarde intentes engañarte diciendo “no fue arrogancia” intentando aún hacerte la víctima con tu retórica de víbora.

No te traerá nada el ratoncito Pérez, o te traerá una moneda a cambio de tu diente. Una moneda por todo lo que despreciaste es lo que mereces porque te hablé del mundo entero y tú sólo viste el diente. Que te visite una rata y que se llame Pérez y que te deje tres monedas para que hagas malabares en los semáforos, y que cuando se te ponga el culo gordo de minyona de todo recuerdes lo que pudiste ser y veas como se te escapa una y otra vez cuando la luz de los coches se pone verde y todos pasan y tú ahí te quedas para siempre.

Baila, baila el diente de mi hija y ella se lo meve con el dedo. Resiste con su memoria de leche. Resisto yo también porque algo me sujeta por dentro, algo que también se rompe, y que también se rompe por dentro, y no volvía a verte nunca más.

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