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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Vivir para siempre

Salvador Sostres el

Una chica muy hermosa y joven cayó hace algunos meses perdidamente enamorada de mi amigo Nacho. Es que no siento las mariposas en el vientre de cuando sé que estoy enamorado, me dijo mi amigo. Y al cabo de algunas semanas de esperar lo que no llegó puso fin a la relación. La chica, que es un amor, le había escuchado decir que un vino no precisamente convencional, ni asequible, ni fácil de encontrar, era su gran ilusión probarlo, y haciendo un esfuerzo más que considerable, teniendo sobre todo en cuenta la edad que todavía tiene, se lo compró para regalárselo por su cumpleaños y a pesar de que entretanto fue abandonada, el día señalado igualmente se lo dio.

Mi primera reacción fue regañar a Nacho y gritarle cómo puedes no amar desesperadamente a una chica tan hermosa y que te quiere tanto. ¿Qué más quieres?, le gritaba desesperado mientras me lo iba contando. ¿Qué más se puede esperar? Y por mucho que le dije, no me hizo caso. Me prometió pensarlo, porque es un amigo joven y educado, pero él y yo sabemos que no va a hacerme caso.

Han pasado algunas semanas de aquella conversación. Y he de decir que él tenía razón y yo estaba equivocado. También la chica tenía razón regalándole el vino aunque hubiera sido abandonada. La razón que la chica tiene es más difícil de administrar, y es bello y una prueba más de lo que mereces la pena que haya prevalecido en ti el amor y no la rabia. Nacho tiene razón: es muy fácil saber si estás enamorado, porque es muy fácil saber que no lo estás. Enamorarse es un abismo, dan vértigo los acantilados del amor, amor que te humillas cuando más vales y cedes cuando más poder tienes, pero quien alguna vez haya estado enamorado, perdidamente enamorado como la chica de Nacho, sabrá que vivir enamorados nos confiere la única y verdadera dignidad y sólo enamorados rozamos con nuestra fuerza y nuestro amor el poder de Dios. Sólo enamorados nos parecemos a Él y hallamos la última profundidad de nuestro sentido.

Sólo con todo nuestro yo revolucionado, convocado al último salto, puesto contra los cuerdas por un amor que nos supera y nos exalta y nos reclama y nos obliga a ser audaces, a veces temerarios, le damos a nuestra condición humana toda la proyección y toda la esperanza y todo el estupor con que Dios la imaginó y la creó. Nacho tiene razón, aunque lo de las mariposas es muy cursi. Lo que pasa es que ahora no soy capaz de recordar si la metáfora es suya o mía. En cualquier caso Nacho tiene razón, toda la razón, y aunque amores tan bonitos, y expresados de un modo tan encantador como el de su chica joven y hermosa merecerían ser correspondidos, no estaríamos usando con respeto los dones de Dios si por comodidad los aceptáramos sólo en parte.

La otra cara del enamoramiento es el sufrimiento y muy a menudo el sufrimiento atroz. Te sientes como en el infierno, condenado a sufrir eternamente. No ves escapatoria ni salvación. Pero Dios nos dio el amor y la libertad para que lleváramos los límites de la Humanidad un poco más allá de donde los encontramos. Podemos con el talento vendimiar las fronteras, y no cantar a la rosa sino hacerla florecer en el poema, y como dice Huidobro, el poeta es un pequeño dios. Pero sólo con el amor, sólo con la angustia feliz del amor cuando es total y dándolo nos damos sin el cálculo de guardar absolutamente nada, la sombra de Dios resplandece en el agua y lentamente comienza el canto.

Es agotador, peligrosísimo, angustiante y yo diría que hasta criminal vivir enamorado. ¡Y enamorarse cuando no toca! Es descarnado vivir siendo tan consciente de lo que puedes perder; y para los que vivimos desde el niño profundo, desde la pureza brutal de la mano abierta del deseo que lo quiere todo, placer y dolor son palacios tan inmensos que vagando en sus estancias hasta nos cuesta recordar quién somos. Pero si el poema, Derrida lo dice, corre el riesgo de no ser nada pero no sería nada sin este riesgo; el alma aunque se nos rompa no sería nada, ni seríamos nada sin la acogedora intemperie de las cumbres del enamoramiento.

Te sentirás inseguro, te sentirás temblando en el más caluroso mediodía de verano, conocerás todas las horas de la madrugada sin poder dormir, solo, en tu cama, y aceptarás que tu vida ya nunca más va a depender exclusivamente de los brillantes juegos de tu inteligencia. Pero sabrás qué es vivir, de qué sustancia divina te hicieron y el prodigioso alcance de tu yo pletórico y completado por el amor enamorado.

El dolor existe y todavía lo tenemos más cerca cuando nos exponemos a él, aunque sea en su reverso. Pero amar es vivir, y vivir para siempre.

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