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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Me too

Salvador Sostres el

Sobre las actrices tan famosas del #metoo que salen ahora a decir que hace muchos años fueron íntimamente solicitadas a cambio de poder obtener sus papeles, hay que decir que su opción personal, y legítima, fue acceder a tales solicitudes a cambio de sus ganancias, y esto tiene un nombre, y no es precisamente el de víctima.

Estas dignidades que sólo se defienden cuando ya no hay nada que perder son pura ornamentación verbenera. Los abusos que verdaderamente te hieren nunca puedes dejar de denunciarlos. El resto son transacciones varias. Como dicen los árbitros cuando interpretan que hay contacto pero no falta: “juegue, juegue”.

“Hombre muerto no viola” es la pintada que más he visto en las paredes de Barcelona tras la esperpéntica manifestación del 8 de marzo, en la que las feministas consiguieron desfigurar a la mujer casi tanto como los mamarrachos de las carrozas a los homosexuales el día del Orgullo.

La dignidad no es un derecho, es una actitud y las que se tiñen el pelo no pueden pedir que les respeten la edad. Las actrices que eligieron su camino no pueden venir ahora a hacerse las ultrapuras. Sería menos cínico y más edificante que escribieran sus memorias y nos explicaren los detalles de lo que hicieron a cambio de lo muchísimo que obtuvieron. A un comercial como a mí, no hay cosa que me interese más que el valor de cambio.

Todo el mundo ofrece algo y el matiz está en si lo aceptas o lo denuncias, pero antes de haberte aprovechado. Ni al feminismo, ni al independentismo, ni a los judíos, ni a los negros, ni a ninguna causa por perdida que pareciera le ha funcionado quejarse. Las guerras hay que ganarlas y no hay nada que se sustente sin poder. Hasta los cristianos lo entendimos, aunque nuestro reino no es de este mundo, y salimos de las catacumbas para fundar La Civilización. No una civilización sino La Civilización. Porque hay una sola civilización -Baudelaire lo dice- y adquirimos la fuerza de lo que conquistamos.

Lo que hicisteis nos lo podemos imaginar porque hemos visto dónde habéis llegado. Cuando Harvey Weinstein cumplió su parte del trato no pusisteis reparo, ni querella, ni dignidad. Vuestra dignidad. Si queréis saber dónde la perdisteis no la busquéis en el linchamiento del hombre que os orientó la carrera y os dio la fama, sino en el cheque con que pagasteis la entrada por vuestras mansiones californianas.

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