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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Podemos defendernos

Salvador Sostres el

Nos matan los asesinos pero morimos por nuestro buenismo relativista, por nuestro complejo por donde el mal se filtra, por la funesta corrección política como una jornada de puertas abiertas para el crimen, cuando ella misma no constituye el crimen más abyecto. “No podemos hacer nada contra este tipo de ataques” es lo que más he escuchado estos días. Por supuesto que podemos hacer. Israel, rodeada de enemigos y de enemigos que junto a los comunistas son los mayores asesinos de la Historia, ha tenido que lamentar “sólo” 11 muertos en lo que llevamos de año. Algo estará haciendo bien si los que querrían lanzar a todos judíos al mar han tenido que conformarse con una cifra tan escasa -entendiendo que la única cifra realmente escasa es el cero. Tal vez hoy, y a la luz de los últimos acontecimientos barceloneses, su muro no nos parece tan racista, ni tan fascista, y al fin somos capaces de entender que la vida es un deber y sobrevivir tiene un precio.

Claro que podemos hacer algo. Y lo primero es recordar que somos superiores, que hay una sola Civilización y que fuera de ella todo es barbarie. Somos superiores y tenemos que ejercer nuestra superioridad entendiendo el valor de nuestra libertad y defendiéndola. Cualquier pasividad es culpable. Y tenemos por supuesto que ser generosos pero desde el principio indiscutible de que la pervivencia de nuestra Civilización es la única manera de ayudar a los demás, dentro y fuera de ella, porque sin tensión espiritual y una ética por encima de las leyes que escriben los hombres sólo hay extravío y horror. El laicismo es una cloaca y el mal espera a que tires de la cadena.

Podemos proteger nuestras calles tal como hemos aprendido a proteger nuestros aviones, podemos poner bolardos y levantar muros si es necesario, y si el mal encuentra nuevos modos también nosotros encontraremos otros modos de defendernos y de ir a por ellos: porque junto con nuestra superioridad tenemos que entender, de una vez por todas, que la paz no es un empate sino que les derrotemos. Harán falta muchas y muy diversas guerras para lograr la paz que los más estúpidos creen que consiste en desarmarnos. Dos bombas nucleares nos trajeron el siglo pasado la paz más duradera y fértil que jamás la Humanidad ha conocido. Tendrá que correr mucha sangre todavía -e incluso sangre nuestra, por desgracia- para que la paz en nuestras ciudades y en nuestras vidas sea algo más que la ofensiva cursilería de soltar palomas cada vez que guardamos un minuto de silencio en homenaje a las víctimas del islamismo.

Somos cristianos, somos católicos, somos libres y por eso nos matan. Y nos matan los islamistas en nombre de una religión que nunca ha propiciado ninguna sociedad abierta ni libre. Claro que podemos hacer algo. Podemos reconocer que estamos en guerra y librarla. Podemos dar sentido a nuestra generosidad protegiendo el precioso legado de nuestra libertad en lugar de tratar a nuestros verdugos como si fueran víctimas. El odio y el ansia nunca son la solución y no tenemos que odiar ni a los que nos asesinan. Pero tampoco a nosotros mismos y nuestro pacificismo multiculturalista es repugnante porque se basa mucho más en el odio al orden vertebrado, a los Estados Unidos y a Israel que en ningún afecto sincero: y nunca está dispuesto a pagar el precio.

Nadie podría estarnos haciendo tanto daño sin la necesaria y desesperante complicidad de los que incluso esta noche, cegados de resentimiento y de oscuridad interior, creen que el gran peligro es la islamofobia sin darse cuenta que también a ellos quieren eliminarles por lo que somos y que el arma preferida del mal es la palanca que puede hacer con los idiotas.

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